«Mas que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos» (Mahatma Gandhi).

Desde hoy estaremos escribiendo todos los domingos en este prestigioso diario de los Altos Mirandinos para abrirle las puertas a un debate que no debe esperar más en Venezuela.

En estos tiempos hemos visto crecer un estilo, una forma de expresarse, un lenguaje, incluso más allá, casi un modo de vida, que invade todos los espacios de socialización, todo un entramado que se posó lamentablemente sobre nuestro país y su gente, aquello que denominan «Cultura de la Violencia».

La idea, mis estimados lectores, es que conozcamos y compartamos un poco más sobre esta compleja realidad para que la reconozcamos, la comprendamos y desde ahí ir promoviendo un frente contrario, una contracultura que articule a todo grupo, persona o movimiento, que esté adelantando alguna iniciativa en Venezuela, de cualquier tipo, forma o tamaño que tenga como objetivo inequívoco, contribuir con una sociedad de paz, tolerancia, de encuentro y desde ahí, preparar y ejercitar en nuestro día a día gestos, acciones, diálogos que tiendan a alimentar un lenguaje, un estilo, una forma automática de comportamientos o reacciones, es decir, que vayamos impulsando una sociedad en la que se imponga la cultura de la paz y la tolerancia por encima de la cultura de la violencia, esa es la idea…

Algunos datos.
En Venezuela somos poco más de 28 millones de habitantes y se fabrican anualmente 30 millones de balas paradójicamente existen cuerpos de policía a los que se les dificulta, por alguna razón, proveerse de estas municiones para garantizar efectivamente el resguardo de la vida y los bienes de los ciudadanos, por lo que podría estar pasando, por presunción, que muchas de estas balas terminan en la violencia armada.

El pasado 30 de mayo, un diario de circulación nacional, reseñaba unas cifras del Vice Ministerio a cargo del tema de la seguridad ciudadana, y al sacar las cuentas se promediaban 40 o más muertes violentas diarias, en los primeros 5 meses de este año, algo verdaderamente dantesco.
A ello se une el hecho que a nivel mundial muere una persona por minuto por la acción de las armas y entre 3 y 10 resultan heridas (datos de Amnistía Internacional, capitulo Venezuela).

Todo esto ocurre paralelamente a otra realidad complementaria: la violencia intrafamiliar, en casa, entre esposos y entre padres e hijos, que se multiplica todos los días y se está convirtiendo en el germen de una familia venezolana cada vez más expuesta a la desintegración y al maltrato, además de eso forma parte de nuestra cotidianidad ver en la calle cerca de nosotros, situaciones deplorables que dan señales de una sociedad que viene rezagando sus valores de convivencia y se sumerge cada vez más en la cultura de la violencia.

Gestos o frases de nuestra cotidianidad como «Caballeros hay, lo que no hay es puesto!» para responderle con ironía y burla a una dama que busca donde sentarse en un transporte público o los complicados casos urbanos de los jóvenes rayando las paredes, la violencia escolar o la gente de todas las edades y condiciones socioeconómicas lanzando basura a la calle mientras camina o desde la ventana de su lujoso carro, o las ya normales discusiones entre un alumno con su maestra, o la del ciudadano con el policía o entre vecinos en la parada o en la carnicería, es decir, tenemos la diatriba, la controversia, el conflicto a flor de piel…

A la gente se le ha borrado la sonrisa del rostro y anda mayormente malencarada. Pareciera que estamos mas pendiente del «pescozón» que del diálogo e irónicamente algunos interesados confunden al país «jodedor», jocoso y aun con buen humor con la felicidad, sin entender que, gracias a Dios, tenemos eso como vía de escape e inconscientemente como aliviadero para no caer a los pies de la «desesperanza aprendida» que ya nos toca a todos la puerta.

Y quienes tienen la obligada y noble misión de dar el ejemplo están en lo mismo o algo peor… Ya en Venezuela pareciera normal, de unos años para acá, abrogarse el insulto como un derecho superior de los poderosos y eso lo hemos apreciado a cada rato en el verbo presidencial, del anterior y de su imitador actual, en cualquier alocución y en pleno horario infantil. Algo realmente increíble y desalentador, por ser precisamente lo contrario una máxima de la responsabilidad propia del cargo y su investidura, por tratarse del «pater familiae» de la nación. De ahí hacia abajo la cosa esta realmente desalentadora, pasando por la A.N. y los recientes acontecimientos de violencia política para callar al que disiente o se expresa distinto y pare usted de contar…

No en vano, la inseguridad -hija por excelencia de la violencia- es precisamente el elemento más identificativo de preocupación de todos los venezolanos por lo que no podemos seguir de observadores, contemplando esta triste y cruda realidad. La invitación es a subirle 2 a la Paz y a Tolerancia! Nos vemos el próximo domingo…  ˇˇ

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