Washington reta la teoría del demasiado grande para caer

Mercados financieros confían en un acuerdo que evite el impago

WASHINGTON. La actual crisis financiera ha echado por tierra una de las teorías más asentadas en las finanzas globales al demostrar, con la caída de Lehman Brothers, que no hay entidad demasiado grande para declararse en quiebra. El mismo supuesto que acompaña siempre a la deuda de Estados Unidos y que amenaza con saltar por los aires si republicanos y demócratas no alcanzan un acuerdo sobre el techo de deuda en las próximas horas.
A estas alturas, ese sigue sin ser el escenario principal de los inversores. El mercado confía en un acuerdo de ultimísima hora que evite la suspensión de pagos. Jan Hatzius, de Goldman Sachs, cree que el acuerdo podría llegar incluso más allá del día 17, fecha en la que el Tesoro perdería su capacidad de endeudamiento pero cuando aún dispondría de 30.000 millones de dólares de liquidez para hacer frente a sus pagos. Lo suficiente para que el acuerdo pueda cerrarse durante el fin de semana.
A partir de ahí, el escenario cambia radicalmente. El 23 de octubre el Tesoro debería enviar cheques de la Seguridad Social por 12.000 millones de dólares, hay un vencimiento de 6.000 millones fijado para el 31 de octubre y el 1 de noviembre, como cada mes, más de 55.000 millones deben desembolsarse para pagar la Seguridad Social, el Medicare, las ayudas a los veteranos y los sueldos de los militares.
Pese al sorprendente optimismo con que los inversores encaran la situación, lo cierto es que la inestabilidad política que revela el enfrentamiento entre republicanos y demócratas a cuenta del techo de deuda ya ha empezado a pasar factura a los activos estadounidenses. El director de BlackRock —la mayor gestora de fondos del mundo—, Russ Koesterich, advertía de que “en las últimas semanas los inversores están saliendo del mercado estadounidense en dirección a Europa y otras regiones”, justo lo contrario de lo que ha venido sucediendo durante la primera mitad del año. Sin embargo, el Dow Jones apenas perdía unos puntos al cierre de esta edición y el dólar recuperaba ayer posiciones frente al euro hasta las 1,3491 unidades por divisa europea, cerca de su nivel más alto en todo el mes.
En ese escenario, no se puede decir que el mercado esté metiendo presión al Congreso para llegar a un acuerdo inmediato. Pero las crisis surgen, precisamente, porque no se esperan y lo imprevisto puede hacerse realidad. Si el impago finalmente se produjera, las consecuencias para la economía estadounidense y la global serían colosales. Jamie Dimon, el consejero delegado de JP Morgan, ha sido muy gráfico al intentar resumirlo: “Una suspensión del pago de la deuda de Estados Unidos se propagaría por la economía global de una forma que difícilmente podemos entender”.
La mayoría de los analistas cree que EE UU volvería a la recesión este mismo trimestre, justo ahora que la economía estadounidense vuelve a ejercer de locomotora de la economía global. Los activos estadounidenses se desplomarían y perderían atractivo para los inversores, como ha demostrado el fracaso en la última subasta del Tesoro estadounidense, por razones fundadas, según Koesterich: “Cada vez es más claro que EE UU ha dejado de ser el único refugio de los mercados globales”.
Si la caída de Lehman, hace ahora cinco años, provocó la mayor recesión desde la Gran Depresión, disparó las tasas de paro en todo el mundo, el coste de financiación de los Estados medido por la prima de riesgo y desató una crisis financiera de la que aún se recuperan las economías mundiales, ahora hay quien multiplica por 10 esas consecuencias. Pero todo son hipótesis porque no hay precedentes que permitan establecer similitudes con un acontecimiento similar en el pasado reciente. Sería la primera suspensión de pagos de una de las principales economías mundiales, desde que lo hiciera el Gobierno nazi de Alemania en 1933, hace 80 años.
No cabe duda de que buena parte del dolor la sufrirían los inversores extranjeros, que tienen en su poder el 47% de la deuda estadounidense, según explicaba John Higgins, de Capital Economics, en una nota a clientes. A finales de junio, China era el primer tenedor de deuda estadounidense, con el 23%; seguido por Japón, con el 19%; los paraísos fiscales del Caribe, con el 5%, y, en la misma proporción, los principales exportadores de petróleo. Aunque el impacto puede variar en función del plazo de vencimiento de los títulos en su poder. “Eso podría amenazar el estatus del dólar como moneda de reserva mundial”, afirma Higgins.

Agencias

Salir de la versión móvil