
Un domingo y cuatro historias de personas que, tras un rato agradable, retornan a sus hogares, sin pensar en la “aventura” que les depara una carretera signada por la desidia gubernamental y la campante inseguridad, las cuales le ponen el alma en vilo hasta al más “pintado”.
Los Flores
Dos horas de tensión vivió el matrimonio Flores Rodríguez, luego de que el vehículo donde se trasportanban cayera en un hueco y uno de los cauchos delanteros explotara, haciendo que la pareja se quedara accidentada en medio de la oscura y deteriorada vía de Las Tejerías.
“Apenas sentí como sonó el carro al caer en semejante tronera, supe que el caucho no aguantaría, pero al ver las invasiones a los lados de la vía, preferí doblar el ring y avanzar hasta la entrada de un local comercial, donde la falta de alumbrado me dificultó hacer el cambio de neumático. Estaba muy nervioso, porque sentía que en cualquier momento podía aparecer alguien y cantarnos quieto”.
En todo ese tiempo la pareja no vio pasar ninguna patrulla, “ni nadie se paró a auxiliarnos, pues a como están las cosas, nadie se expone”. Hora y media más tarde, los esposos fueron auxiliados por un taxista de la línea El Cabotaje-Las Tejerías, quien había hecho varias carreras y se percató de que estaban en aprietos, pues Flores hacía esfuerzos infructuosos por colocar el gato en aquella penumbra.
“La ineficiencia campea, razón por la que el Gobierno es incapaz de tener las vías asfaltadas en una nación petrolera. Ahora me toca gasta al menos Bs. 1500 por el caucho, sin hablar del trauma que te genera el pánico de ser asaltado mientras montas la llanta. Gracias a Dios salimos ilesos de la experiencia, pero otros se han quedado a pie, heridos o muertos”.
Los Orta
Esquivar un perro llevó a los Orta directo a uno de los tantos agujeros que “adornan” el tramo La Victoria – Las Tejerías, cuando se despalzaban a visitar a su familia en Cagua.
Eran cerca de las 7 pm del domingo y, conociendo la peligrosidad de la vía, el agraviado decidió rodar aproximadamente 5 kilómetros, logrando ubicar un paraje solitario.
“Tras varios minutos amargos, el conductor de una grúa en dirección Caracas-Valencia, se detuvo, cruzó la isla y nos auxilió. El hombre estaba más nervioso que nosotros y nos advirtió que de repetirse la desagradable experiencia, nunca más nos detuviéramos, hasta encontrar un peaje o ubicar alguna patrulla, porque la zona era sumamente peligrosa y los robos a mano armada están a la orden del día. Superado el susto, pensé que aún existen buenas personas en este país, porque pocos arriesgan su integridad por otro, más si es un desconocido.
Los Briceño
Rodando a 120 KPH por la autopista, es poco lo que se puede hacer si se presenta algo inesperado. Eso fue lo que le pasó a Rubén y sus amigos, quienes retornaban de Maracay a Los Teques, y a la altura de La Victoria, pisaron unas piedras atravesadas adrede.
“Lo que sentimos fue explotar el caucho. Eran las 12 de la noche, en el carro íbamos mi novia, mi mamá, una amiga, mi cuñado y yo, quienes debimos bajarnos en plena oscuridad para intentar cambiar el caucho, iluminándonos con los celulares”.
El nerviosismo reinaba entre los presentes, quienes contenían la respiración para detectar si algún extraño se acercaba. Minutos después llegó una comisión de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que custodió a los agraviados, labor a la que se sumaron dos efectivos de la policía vial de Aragua, quienes, con armas en mano, veían hacia todas las direcciones.
-Los mismos efectivos nos decían que nos apuráramos, porque treinta minutos antes, y bajo el mismo modus operandi, dos féminas se bajaron a arreglar la llanta y del montarral salieron dos antisociales que, además de robarlas, las violaron.
Los Guevara
Lourdes conducía su camioneta junto a sus hijos de 13 y 20 años de edad por la vía capitalina que conduce a la urbanización Los Montes Verdes. Justo a la altura del barrio Alberto Ravell, un mega hundimiento obstaculizaba el paso, realidad que ya era conocida por los vecinos del sector. Lo que cambió esa noche fue la presencia de basura.
“Ya perdí la cuenta de las veces que se me han pinchado los cauchos yendo hacia mi casa, y de los gastos que me han generado los desperfectos en el tren delantero y los tripoides, cada vez que caigo en estas irregularidades asfálticas que hacen que uno se vea en la obligación de disminuir la velocidad. Sin embargo, esta vez me tuve que detener”.
“No habían pasado 10 segundos cuando ya dos hombres armados rodeaban los vidrios de la camioneta y nos conminaban a bajar. El resultado fue el despojo de prendas de oro, teléfonos celulares y dinero en efectivo. El carro, que se le había vencido el seguro justo el día anterior, no fue llevado porque estaban esperando a otro conductor que ya venían cazando desde hace varios días. Aunque agradezco inmensamente a Dios que no nos hicieran daño ni nos quitaran la camioneta, mi trauma hizo que no saliera de noche por aproximadamente 6 meses. Ese miedo no se justifica en un país con tanta riqueza como el nuestro.
Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl