
“En tiempos no muy lejanos, las amas de casa podíamos jugar con el menú y preparar distintas opciones para cada día y para cada comida; hoy en día, si algo sobra del almuerzo, o se sirve en la noche o se guarda para el día siguiente”, refirió Mercedes Hernández, quien aseguró que “comer tres veces al día es un lujo”.
Hernández no la única que padece esta situación, pues cada vez son más las familias altomirandinas que se quejan del alto costo de la vida y de lo difícil que se ha hecho conseguir cualquier rubro, desde los productos comestibles, como leche, café, azúcar, mantequilla, hasta los artículos de higiene (papel tualé, toallas sanitarias, pañales y servilletas).
“Da miedo ir al mercado. Cada vez uno sale con menos bolsas y gasta más. Cuando voy a pagar me pongo al lado de la cajera para no pasarme del monto que dispongo, pues en ocasiones me ha tocado devolver cosas porque el dinero no me alcanza”, relató Pedro Pantoja, jefe de familia.
Agregó que no tiene nada en contra de los mercaditos a cielo abierto, “pero yo prefiero pagar más y estar en un lugar más seguro, con aire acondicionado y un carrito para recorrer pasillo por pasillo hasta encontrar lo que deseo. No obstante, me he dado cuenta de que últimamente en estos comercios se abusa con los precios. Mi mamá compra a los buhoneros el kg de duraznos, traídos directamente de El Jarillo, por la mitad del precio que lo tiene el supermercado, lo que definitivamente debe ser regulado por el Gobierno”.
Pantoja, quien está residenciado en La Macarena y hacía sus compras en una red privada capitalina, afirmó que “el kilo de mandarina cuesta Bs en el mercadito de la avenida Francisco de Miranda, pero aquí lo venden a 31 bolívares, lo que es una exageración”.
Maromas para ahorrar
Quienes evalúan opciones para economizar, no dudan en visitar la red Mercal a fin de cazar las ofertas. Así lo hace Aura Goncálvez, vecina de El Nacional, quien afirmó que lo lamentable de esta opción, que representa un gran ahorro para los consumidores, es que “cada vez hay menos bodegas en los Altos Mirandinos y las pocas que quedan no tienen variedad de productos en sus anaqueles. Vivimos pendientes de los Mega Mercales¿ sin embargo, cuando los realizan tenemos que madrugar y hacer unas colas que también son megas”.
Por su parte, quienes aseguran haber comparado los precios entre la red pública de Mercal y los expendios privados, afirman que el ahorro es de 3%, lo que constituye una burla para unos y un alivio para otros.
“Quienes no apoyan la revolución se ríen, pero para quienes vivimos en el cerro cada centavo que ahorramos es una bendición. Con lo que ahorro resuelvo para el pasaje de la semana”, refirió Sofía Becerra, habitante de Pan de Azúcar, en la capital mirandina.
Otros prefieren lidiar con el sol y la lluvia y acudir a las ferias agrícolas que se instalan los fines de semana, o ir a los mercados municipales. Quienes se inclinan por esta modalidad alegan que, además de la economía, los productos son directamente ofertados por los productores, lo que garantiza la frescura y calidad de la mercancía.
“Si llegas antes de la hora de cierre, aprovechas los remates y puedes hasta llevarte dos kilos de papas por 30 bolívares y la fruta de la temporada casi que regalada, pues a los expendedores les gusta venderlo todo porque no cuentan con grandes cavas para refrigerar la mercancía; su objetivo es irse con el camión vacío para buscar más productos”, dijo Lorena Gutiérrez, asidua compradora de los vendedores informales.
No faltan quienes compran por pacas en las cadenas mayoristas . “Yo suelo llevarme el atún por cajas, al igual que la salsa de tomate, la mayonesa, el arroz y la pasta, así evito sufrir con la escasez”, afirmó Carmen Uzcátegui, quien agregó que cada 15 días repone charcutería, frutas y vegetales”.
“Palo abajo”
Bien sea por escasez, desabastecimiento o por contar con un presupuesto apretado, los patrones de consumo del venezolano han variado, disminuyendo la ingesta de productos básicos de su dieta.
“Ya me cansé de hacer colas. Cuando se me acabe la harina de maíz, haré dieta forzada”, refirió Mercedes González, víctima de las interminables colas que se forman en las afueras de los supermercados capitalinos. Agregó que lo peor de todo, es que después de hacer las largas colas, “cuando estoy por llegar, sale el encargado y anuncia que el producto se agotó”.
“En mi casa se comía carne de res de manera interdiaria, ahora solo podemos hacerlo una vez al mes, si acaso. Igualmente, hemos disminuido el consumo de pan, azúcar y plátanos. Con esta dieta, espero llegar a diciembre en la línea, señaló en tono jocoso la entrevistada, quien habita en la zona del casco central de Los Teques.
Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl