El juego de póquer entre Argentina y los fondos buitre ha llegado a su fin. Las negociaciones para evitar el default han fracasado. El país y los argentinos han perdido esta partida, opina Uta Thofern, editora jefe del servicio latinoamericano de DW.
Abundan ahora las recriminaciones y las justificaciones. Ciertamente el fracaso no es una bancarrota sino sólo un default técnico. En esto tiene toda la razón el carismático ministro de Economía argentino, Axel Kicillof. Argentina podría haber pagado, pero no lo quiso. Si las razones son reales o sencillamente excusas, el tema es discutible. También es cierto que los llamados “fondos buitre” están centrados en buscar la mayor ganancia. Pero aunque esto sea de dudosa moral, lo cierto es que la ley está de su parte.
Es un hecho: se podría haber logrado un compromiso. La mayor parte de los expertos concuerdan, y también el mercado se mostraba optimista. Pero las negociaciones fracasaron y Argentina se encuentra una vez más al borde del abismo. Esto no desatará una crisis internacional de los mercados financieros pues Argentina se encuentra aislada desde hace mucho tiempo. Tampoco al gobierno de Buenos Aires le parece preocupar tanto las consecuencias económicas como determinar la pregunta de la responsabilidad. La presidenta Cristina Kirchner y su equipo apostaron desde un principio en que la simpatía internacional estaría de su lado, y escenificaron el conflicto como una lucha entre un valiente David contra un codicioso Goliat capitalista.
Reuters