Los brasileños están divididos a una semana del primer round electoral entre la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, depositaria de 12 años de conquistas sociales históricas, y su rival ecologista Marina Silva, apóstol de una “nueva política” en ruptura con los grandes partidos.
El próximo domingo, 142,8 millones de electores del gigante emergente de América Latina irán a las urnas para la primera vuelta de las elecciones generales. Deben elegir un presidente, a los 27 gobernadores, a 27 senadores (un tercio de la Cámara alta), al total de la Cámara baja (513 diputados) y a 1.035 diputados estatales entre más de 26.000 candidatos.
Atrás ha quedado la euforia de los años Lula (2003-2010), marcados por la emergencia de una nueva clase media de 40 millones de brasileños y un crecimiento vigoroso estimulado por el consumo.
El modelo da señales de agotamiento: la séptima economía mundial crece a ritmo lerdo hace cuatro años, la inflación está en alza, la economía entró en recesión en el primer semestre.
Brasil fue sacudido por la revuelta social de junio de 2013, y escándalos de corrupción alimentan un rechazo visceral a las élites políticas.
En este clima sombrío, el elector brasileño duda y retiene el aliento para el primer round del combate por la presidencia.
AFP