“No hay nada más nacional, popular y democrático que el tequeño, ese minúsculo pasapalo con el que nos identificamos todos. Nadie se resiste a agarrar uno, dos o un montón cuando el mesonero se acerca con la bandeja humeante y olorosa, y no hay fiesta o reunión que se precie de buena en la que no se sirvan tequeños. Todos los comemos, nos gustan a rabiar, y los saboreamos aunque estemos satisfechos o el médico nos tenga a dieta… Fiesta sin tequeños no es fiesta. Matrimonio sin tequeños termina en divorcio. Y cuando queda el último en la bandeja, no hay educación que valga, todos quieren quedarse con él”.
Así reseña el experto en artes culinarias, y comunicador gastronómico, Miro Popic en sus “Reflexiones sobre el tequeño” , contundentes apreciaciones que resumen el arraigo nacional que tiene el conocido abreboca frito, que se disputa de tú a tú con la arepa, en cuanto a platos típicos se refiere.
¿Cuántos de nuestros lectores han sido objeto de bromas o burlas por decir que son tequeños?. Y es que el abreboca le restó popularidad a nuestro gentilicio, quedándose apoderado de la palabra tequeño, casi por completo.
Hasta la época de la colonia, un tequeño era (exclusivamente) un oriundo de la ciudad de Los Teques, pero a mediados del siglo XX la palabra cobra otro sentido, para definir un abreboca de forma cilíndrica, elaborado con masa de harina de trigo, relleno de queso blanco semiduro, el cual se fríe en aceite hirviendo hasta lograr una textura crocante y color dorado. El nuevo concepto del tequeño trascendió de manera tal, que actualmente los venezolanos reconocen más el pasapalo fiestero que el gentilicio altomirandino.
Polémico origen
Cómo la gran mayoría de las creaciones de antigua data, más aún aquellas que emergen de los pueblos de Suramérica, no hay documentación exacta de la fecha y forma en la que el tequeño irrumpe en la mesa nacional. Múltiples hipótesis, y hasta cuentos de camino, intentan precisar el origen del plato, sin embargo la versión que cobra mayor arraigo apunta a la casa de la familia Báez, antiguamente ubicada entre las calles Sucre y Páez del sector El Pueblo, en la capital de nuestro estado Miranda.
Relatan algunos columnistas y comunicadores, que la receta del tequeño es invención de Josefina Hernández, una de las 5 hermanas que habitaban la casa de los Báez, quien con solo 15 años, era ya una experta en los quehaceres de la cocina. Amante de los pastelitos y quesadillas, Hernández habría sorprendido a los invitados de aquel entonces con unos dedos de queso envueltos en restos de masa de trigo para pastelitos fritos. Para la época al pasapalo se le bautizó como enrollado de queso.
Cómo era normal en la época colonial, donde no existían medios de comunicación ni mucho menos redes sociales, la fama de este bocadillo tardó en propagarse, sin embargo ya para mediados de 1930 el pasapalo frito era solicitado en las fiestas de Caracas, por lo que los capitalinos que asistían a cualquier sarao, preguntaban ¿Dónde están los tequeños? En referencia al gentilicio de los creadores del bocado de queso.
Llegaron los tequeños
Antiguos pobladores de la capital mirandina, afirman que el nombre “tequeño” se le otorga al pasapalo, toda vez que tras ser inventado en la casa de los Báez, y haberse popularizado en Caracas, los abrebocas fuesen muy apetecidos en la urbe caraqueña, por lo que desde la estación de tren El Encanto, bajaban mirandinos, con la masa lista para freír, hasta la estación Caño Amarillo. Cuentan que cuando llegaba el tren, se hacía un alboroto en el andén en el cual solo se escuchaba: “Llegaron los tequeños”.
Otras teorías
Hay otras historias que se contraponen al origen mirandino del tequeño; algunos argumentan que la creación viene de una esquina caraqueña conocida como El Teque. Los zulianos también se adjudican la receta del abreboca. Y fuera de nuestras latitudes existe una disputa con los peruanos, quienes en sus recetarios hablan del tequeño limeño, elaborado con otro tipo de masa y con relleno variado que puede incluir hasta carne.
Sin embargo, ninguna tiene tanto fundamento como la historia ya mencionada que apunta hacia la familia Báez y la estrecha relación del nombre con su casi segura región de origen.
Gabriel Balbás – @gabrielbalbas