
El Sol era inclemente. Bajo él estaba Ismaniel Fernández, cargando a su hija de 2 años en brazos. Ya llevaba ocho horas en una larga cola que daba la vuelta a la manzana. La misión era clara adquirir aunque sea un paquete de pañales talla G. Aún a las 3:00 pm no había logrado el cometido seguía en la cola.
Como al historia de Ismaniel eran ciento, por no decir miles, quienes estaban en espera en la cola del Todofertas, de la avenida La Hoyad de la capital mirandina. Pañales Huggies de la tallla G habían llegado cercana las 10 am. Dos camiones repletos eran lo que tenían para abastecer la alta demanda y rotación del escaso producto.
La historia se repetía en cada rostro. Mujeres embarazadas, adultos, mayores, hombre, mujeres y madres con sus recién nacidos en brazos, amamantándolos sentadas en la acera. La desesperanza y el desespero se acrecentaba cada tres paso, que era lo que avanzaba la cola. “Como es posible que pasan en grupos de 60 personas y no avanzamos nunca más de tres paso. Esto es insufrible”, dijo.
El gerente del establecimiento, sin señalar su nombre recorría la cola para verificar si la carga alcanzaría para cubrir la venta del día. “A veces no nos dejan ni descargar el producto, como llega se vende”, anunciaba a quienes lo abordaban en la cola.
Todos lo entrevistados. Quienes estaban en los primeros puesto cuando se descargó el producto señalaban que llegaron a las 7 am y compraron casi a la una de la tarde. La longitud de la cola se perdía de vista entre la multitud.
El problema había comenzado cuando la Guardia del Pueblo y la Superintendencia de Precios Justos quienes coordinarían la cola y fiscalizarían que no se vendieran los productos por encima del margen de ganancia permitido. “Solo pueden tener de ganancia un 30%”, sentenció una de las inspectoras popular.
Los compradores tuvieron que registrarse con nombre apellido, teléfono y cedula de identidad y dirección en el sistema del expendio tequeño. “La idea es evitar los revendedores que compren varias veces en una semana”, añadió un trabajador. La situación ceo conflicto entre los compradores quienes se negaban a ser marcados con numero o registrados en un control de compras.
Sin embargo, la gente en la cola denunciaba que una joven metía a varias personas y las anotaba en una lista. “Esos son los revendedores, meten a gente en la cola y le pagan para que compre los productos. A ellos ha que fiscalizarlos”, decía Judit Méndez, quien llegó a la cola a las 9:45 am y logro comprar cercana las tres de la tarde.
Este miércoles los compradores pudieron adquirir papel sanitario, toallas sanitarias femeninas, desodorante, jabón de tocador, desinfectante y hasta pañales para adultos. “Hay que calarse hasta ocho horas porque si uno tuviera plata no le importara pagarle a los revendedores que especulan”, sentenció María Pérez, quien bajo el sol no soportaba el peso del maletín que cargaba a sus espalda.
En al cola no había preferencias. Hasta personas con discapacidad que no tenian un carnet tuvieron que aguantar al menos 7 horas en la cola. Cuando llegaron las 4 pm cercana la hora de cierre del local, aun habían cientos de compradores en fila, unos 600. “Trabajaremos hasta que se termine la mercancía” sentenció el gente.
Añadió que el conflictito sucede cuando llegan los pedidos al centro de distribución de la cadena de compras. “Llega la gándola y de ahí se reparte a otras sucursales. Ni eso deja la gente en la cola”, refería.
Pola Del Giudice Ortiz – [email protected]/@polita26