
Con los ojos claros y sin vista dice haber quedado Maximiliano Meléndez al pedir medio kilo de queso amarillo y ver cómo le marcaban en la etiqueta Bs. 665. “Eso en mi casa alcanza, a lo sumo, para un par de desayunos y dos cenas, y mi sueldo no da para darme ese lujo tres veces a la semana”.
–Quienes piensan que hay opciones más económicas no están lejos de la verdad pero el queso más barato, que se supone es el llanero, no se encuentra el kilo por menos de Bs. 580 y eso después de buscar exhaustivamente en varios locales, porque de paso que todo está bien caro, hay poca disponibilidad en las neveras y a uno le toca hacer el recorrido. Yo vivo en Los Teques pero me ha tocado comprar tanto en Caracas como en Maracay porque cuando tengo la plata y veo el producto aprovecho y lo comproporque como dice mi hijo, uno nunca sabe.
El camino de la amargura que transitan las amas de casa es compartido por los comerciantes, quienes deben lidiar cada semana con precios nuevos. “Generalmente la mercancía llega más cara y ya, sin derecho a pataleo; en esta ocasión mi proveedor me advirtió que probablemente en un par de semanas venga un nuevo número marcado en la charcutería”, confesó Reinaldo Marcano, encargado de una charcutería en el municipio Carrizal, quien dice no sentirse sorprendido de la acción tras el más reciente ajuste salarial.
–Cada día es más difícil mantener las santamarías de los negocios arriba porque llega poca mercancía y muy cara, lo que hace que nuestros clientes manifiesten su descontento con los precios, pero nosotros no somos los culpables; de hecho, también somos víctimas de la inflación porque se venda o no igual hay que cumplir con una serie de compromisos mensuales: pago de nómina, local, proveedores, servicios, limpieza y un largo etcétera. Francamente lo que provoca es cerrar y salir corriendo, pero si el que trabaja apenas tiene para comer, entonces qué quedará para quien pierda la esperanza y deje de laborar.
Compañero ideal
“Arepa sin queso y mantequilla no es arepa”, dice en tono jocoso Marcelo Terán, quien hace el sacrificio por comprar semanalmente un par de kilos de charcutería para su hogar ubicado en El Trigo.
–Ya es humillante hacer colas para comprar la mercancía básica para vivir e indigna aún más el hecho de que a uno no le alcance la plata ni para comer lo más esencial de cada hogar venezolano: arepa con queso. Es un lío hallar harina de maíz precocida, adquirir mantequilla y hasta queso tanto porque cada vez llegan menos cantidades a las neveras, como por los altos costos (…) Lo peor es que ya no se puede optar por sustituir con atún en lata porque van varias semanas sin que se vea el producto en los Altos Mirandinos; el kilo de jamón más barato va por los Bs. 800, la mortadela le pisa los talones en 600 y la salchicha en 500 bolívares, precios que varían de acuerdo al local.
Lujo de dioses
Los altos costos de la charcutería se reflejan en las ventas de empanadas, pastelitos, papas rellenas y arepas. “Hace menos de dos años disponía de Bs. 25 para una empanada y un jugo natural, ahora no gasto menos de 200, lujo que evidentemente no me puedo dar todos los días”, dijo Mario García, residente de San Antonio de Los Altos.
Como él piensan muchos venezolanos, lo que ha incidido negativamente en las ventas. “Este año la clientela ha decaído alrededor de 30 %, por lo que hemos optado por subir el mínimo pero hacer las empanadas un poco más finas y con menos relleno para no sacrificar las ganancias”, dijo una vendedora de un puesto ubicado en el centro de la capital mirandina. “Entre la inflación y la escasez los criollos estamos entre la espada y la pared”.
–A estos problemas quienes vivimos del expendio de productos debemos sumar el hecho de que todas las semanas traen menos cantidades de refrescos y jugos. Ya vamos para un mes con problemas severos de agua embotellada en cualquiera de sus presentaciones, lo que significa menos variedad de opciones para los compradores.
Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl