
“Beban hasta que el agua del fondo de la taza quede al mismo nivel de las hebras de té, y luego voltéenla (la taza) en el plato blanco” “Denle 6 vueltas a su taza en sentidos de la manecillas del reloj” eran algunas de las instrucciones que escuchábamos mientras esperábamos ansiosos el resultado de nuestro proceso de lectura de la borra de té.
Estamos en la sede de Caracas Tea Company, en los espacios de una galería de arte, en la parte alta de la Urbanización Los Palos Grandes (Caracas). No estamos es una sesión espiritista, ni mucho menos se trata de adivinación – Yo no soy amigo de ese tipo de cosas – esta práctica es conocida como Teomancia: una lectura de la taza del té, a través de la interpretación de las figuras que se forman en el fondo del pocillo, cuando degustamos un té en hebras sin colar.
Varias cosas me atrajeron de ésta actividad: la primera, era la parte cultural, muy propia de los países árabes. La segunda era la remembranza de “Café Turco” una novela del brasilero Guto Castro, en la que el protagonista cambia su futuro tras leerse la taza del café. Por último, la oportunidad de disfrutar una cata de té con la tea sommelier Miriam Gómez, y tener una mañana sabatina diferente.
Lo agradable de la propuesta es que no habría nadie intentando adivinar el futuro, ni haciendo preguntas sobre tu vida para intentar aproximarse a la realidad. Aquí uno conversa con su taza de té, y mientras disfruta de los sabores y aromas de cálidos sorbos, va meditando sobre un tema que amerita una claridad o respuesta.

Primeros pasos
“Cuéntenle sus inquietudes y dudas al té como si fuese su mejor amigo; dejen que la bebida les vaya conociendo, para que finalmente les pueda dar una respuesta” indica la especialista con voz pausada y amena. En lo personal sentía que me estaba tomando un té – o una cerveza- con un amigo de toda la vida, al que mentalmente le contaba sobre una idea que desde hace mucho me da vueltas en la cabeza.
La infusión se sentía extremadamente deliciosa en boca, explotando sabores dulzones, especiados y frutales. Creo que nunca había meditado tanto entorno a una taza de té, y por ende sentí especial calma con cada trago. Los ojos debían permanecer cerrados, aunque cada cierto tiempo hay que echarle un ojo a la taza, para no pasarse de la medida exacta para proceder a la lectura.
Al terminar de beber, justo cuando el fondito del agua está exactamente a nivel de las hebras no filtradas del té, hay que parar y comenzar a mover la taza. La primera agitación se hace en sentido contrario a las manecillas del reloj, para luego tapar la taza con un plato blanco y voltearla. Se deja escurrir durante unos segundos.
Girar la taza volteada hacia la derecha, empujando suavemente el asa con el dedo índice, es uno de los últimos pasos del ritual de la teomancia. Confieso que en ese punto crece la ansiedad y las expectativas. ¿Me saldrá algo malo? Y ¿Qué pasa si no entiendo las figuras? Son algunas de las dudas que en este punto inundaban mi mente.

INTERPRETAR LOS RESIDUOS DE LA TAZA
Finalmente llega el momento de develar el misterio, al fin puedes destapar tu taza y conocer lo que el té quiere expresarte acerca del tema que le comentaste mientras le bebías.
El borde de la taza contará sobre el futuro cercano, aquellas cosas que están más próximas a ocurrir en la línea de tiempo. En la parte media del recipiente aparecerán aquellas figuras que debes interpretar como cosas que llegarán a mediano plazo; finalmente el fondo corresponde a aquellos hechos o situaciones que aparecerán en un tiempo más prolongado.
Para este instante algunas bromas entre amigos rompen el protocolo. Realmente hay que tener imaginación para poder descifrar formas y siluetas entre ese bojotico de hojitas mojadas que quedan regadas en la taza. ¿Cómo es una oca? Me pregunta un amigo – yo no respondo por qué no lo sé – Me da miedo que me salga la oca y yo no lo sepa, insiste mi amigo entre risas.
El resto de los asistentes comienzan a dar sus primeras interpretaciones: ¡Veo un canguro! Exclama un participante con cara de emoción, pues ha descifrado el primer mensaje de su taza. Algunos ven guerreros, animales exóticos… mientras yo comienzo a desesperarme, pues no tengo la imaginación,o concentración, necesaria para develar las formas.
De pronto parece que el don de la teomancia esclarece mi mente, o quizás el dios del té se apiadó de mí. Lo cierto es que comienzo a distinguir mis primeras formas: un ancla, un burro, y finalmente un nido. ¡Este té debe estar pinchado! Recuerdo haber expresado, mientras conversaba conmigo mismo ¡No es posible que de 4 palitos de hojas secas yo distinga un burro! Pero la interpretación tiene coherencia, y encaja a cabalidad con las preguntas que hacía mientras bebía de la taza.
La especialista se acerca con cara entusiasta, para ayudarme con la interpretación. Lo primero interesante es que las hojas estaban en forma continua, desde el borde hasta el fondo, como si se tratara de una historia que se desenvuelve en el tiempo.

¿Qué dice mi taza?
El ancla representa viajes, y eso es lo que quiere escuchar un mochilero cuando le leen el futuro. El Burro se interpreta como la necesidad de ser paciente y constante. Una pequeña rana indica que tendré bonanza en los negocios, mientras el futuro lejano – representado por un nido – depara estabilidad y metas concretadas.
Aquí no hay adivinación, eres tu el que ve las formas que quieras observar, y las interpretas por una guía (a menos que seas un gurú de la teomancia, y las conozcas de memoria). Si eres optimista solo verás cosas positivas, y no habrá nada de qué preocuparse. Más que visiones futurísticas, aquí pareces auto-aconsejarte para resolver la situación sobre lo que reflexionabas mientras meditabas con tu té en mano.
Debo confesar que quedé impresionado, y que creo que es una experiencia que todos deberíamos vivir en algún momento. Ese momento en que el té se transforma desde lo sensorial a lo esotérico, es asombroso. Pero finalmente lo que me apasiona es el contacto con las creencias de otras culturas, ese contacto que experimenté sin necesidad de aeropuertos, presupuesto y aviones.
Gabriel Balbás