
Paquete anual de un policía del estado Miranda: Bs. 365.178,91 . Una bomba de gasolina para una camioneta doble cabina: 200.000 bolívares. Tener carro cada día lejos de ser una comodidad, se está convirtiendo en un dolor de cabeza debido a los altos costos y lo difícil que se ha vuelto comprar desde un caucho, pasando por una batería hasta un crochet.
“Cada vez que a mi Chevrolet Aveo le suena algo me pongo a temblar porque sé que en cualquier repuesto debo endeudarme con las tarjetas de crédito porque las baterías que en 2013 fueron reguladas en Bs. 600 tras las jornadas de fiscalizaciones, este año no se consiguen a precio regulado por menos de 7 mil, es decir un sueldo mínimo, pero como no hay en los locales autorizados uno debe recurrir al mercado negro donde no se ofertan por menos de Bs. 20 mil y eso si tienes un contacto”, confesó Mario Querales, habitante de San Antonio de Los Altos.
–La inflación y la escasez nos pegan a todos, ya no existe la clase media en Venezuela; todos estamos pariendo por igual para conseguir desde un pote de leche para el chamo hasta el faro para el carro. La economía está tan distorsionada que hasta comprar un aceite para el motor desangra el bolsillo: no hay por menos de Bs. 1.000 y si no se lo colocas a tiempo el carro termina peor.
Los conductores de vehículos particulares están lejos de ser los únicos afectados con la problemática económica que se refleja en el mercado de autopartes y repuestos de todas las marcas y modelos. Quienes trabajan como taxistas deben aumentar las tarifas constantemente para costear lo que conlleva mantener el carro operativo.
“Muchos piensan que al carro solo hay que ponerle gasolina y agua, si uno no le hace el servicio constantemente se va dañando y cuando vienes a ver tienes que pararlo porque está en pésimas condiciones”, confesó Jorge Ruso, quien hace carreras por su cuenta a una cartera de clientes conformada los últimos cinco años en los Altos Mirandinos.
–Hasta hace tres años llevaba y traía pasajeros de Caracas pero tras un par de atracos luego de quedarme accidentado en los kilómetros bajos y la rosca que le da la carretera Panamericana al carro –aparte de los tiempos de espera producto de protestas, lluvias, cuadrillas de limpieza y carros accidentados- me quedé trabajando en la subregión. Con lo caro que está todo el oficio cada día es menos rentable.
Menos clientes
Mientras los conductores se ven obligados a ajustar al menos una vez a la semana los precios de las “carreritas”, los usuarios van mermando porque no pueden descuadrar más el presupuesto, tal como lo aseveró Gloria Briceño, quien a principios de año disponía de Bs. 50 para pagar el taxi que la llevaba desde su oficina hasta su casa en Los Teques, servicio que ahora no consigue por menos de 200 bolívares.
–Un día puede no pegar tanto al bolsillo pero si voy una vez a la semana al mes ya se me van 800 bolívares solo en cuatro viajes. Es todo un dilema porque si bien es cierto que es dinero que se va como agua entre las manos, también es verdad que me ahorra la cola que hay que hacer en la paradas, así como la sensación de inseguridad de ir en autobús porque las unidades de transporte público las roban prácticamente todos los días en las horas pico.
Conductores de diversas líneas de Guaicaipuro señalaron que efectivamente ha habido una disminución en la clientela que suele dispararse cuando llueve. “Siempre ha habido temporadas buenas y malas, lo que pasa es que últimamente estamos pegados en la racha mala”, dijo un chofer de una línea del centro de Los Teques que no quiso revelar su identidad.
–Aparte del desgaste del carro uno lidia de frente con la inseguridad porque al montar a un extraño estás expuesto a ser asaltado, como de hecho ocurre en tantas líneas, lo cual nos ha llevado a hacer gastos adicionales en materia de seguridad que no metemos en el costo del pasaje. En nuestra línea compramos cámaras para filmar las personas a quienes se les presta servicio y tenemos radios para estar en comunicación directa. Además aprovechamos para hacernos reportes de tránsito y evitar meternos por donde hay más cola, lo que se traduce en estar más expuesto al hampa.
Sin resolverse la situación de las importaciones por las persistentes trabas en la liquidación de divisas, los choferes están pegados a todos los santos esperando que el aumento de la gasolina siga siendo una amenaza. “Si el dinero apenas nos alcanza para comer, no me quiero imaginar qué pasará si aumentan el combustible. Que Dios nos agarre confesados”, añadió el entrevistado.
Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl