
En primer grado Benito Chapellín quedó impactado al ver un afiche tamaño natural del Cacique Guaicaipuro, imagen que no pudo borrar de su mente y que 24 años después decidió emular pero no a través de la pintura sino de una escultura que hoy 12 de octubre cumple 41 años.
“No solo decidí honrar la figura ancestral sino que me empeñé en colocarla en el punto más alto de Los Teques: el cerro Pan de Azúcar, como reconocimiento a sus dominios”, afirma Chapellín, mejor conocido como el “pintor de los Altos Mirandinos”, quien se siente vigilado por la obra que puede ser divisada desde la ventana de su apartamento ubicado en la calle Sucre de la ciudad del clima ideal.
–Cada año para honrar la fecha voy con mi esposa, María Rosa, a volar papagayos en la zona. Se ha convertido en una tradición y cada vez más niños de la comunidad se suman a la iniciativa convirtiéndose en una jornada maravillosa que nos conecta con lo más primitivo: la naturaleza.
Precisamente ese entorno verde con la característica neblina de los Altos Mirandinos fue lo que inspiró a Chapellín a incursionar en el mundo artístico. “Mi infancia transcurrió feliz en un San Antonio de Los Altos rural, donde todos los vecinos se sentían como en familia, con quebradas para bañarse y con naturaleza virgen que explorar”, recuerda quien en cada cuadro busca reflejar esos paisajes imborrables de su mente.
Cursos de pintura reforzaron el talento de Benito, quien con 48 años de trayectoria suma 18 con discapacidad visual, luego de que un glaucoma, por razones hereditarias, lo cegara.
Justo antes de perder la visión logró su última y exitosa serie: Morfocromía, compuesta por 125 cuadros de medianos y grandes formatos a través de los cuales “gritaba mi inconformidad por la destrucción ambiental”.
El trabajo trajo sus frutos y se reflejó en la creación de la Fundación Macana, la cual funcionaba en el bulevar Lamas, donde fueron promovidas actividades culturales como talleres, recitales poéticos, conciertos, homenajes a personajes de nuestra cultura y danza, siempre buscando acercar el arte a las comunidades.
La labor tuvo una pausa en 1995 cuando Benito, ya ciego, se ausentó del trabajo que venía realizando en las calles de Los Teques, por donde era normal verlo pintando. No obstante, tras un “receso” volvió y suma 18 años trabajando en su taller ubicado en El Barbecho, donde se mueve como pez en el agua y maneja sus herramientas pese a no tener visión.
“No siento que esté ciego, solo que veo de una manera distinta”, afirma quien se apoya en María Rosa, quien lo aupa cada día a mantenerse en el mundo de las artes plásticas, donde sigue haciendo aportes.
–El arte y la plástica son un lenguaje maravilloso para despertar inquietudes, concienciar y visualizar lo invisible; ese es el aporte: trabajar y tener mis dos manos tendidas a la amistad y el servicio al semejante. Amo profundamente la tierra, estos Altos Mirandinos que a pesar de todas nuestras peripecias con nobleza todavía nos regala un buen clima porque en medio de tanto calor sofocante nos llegan brisas frescas y a veces hasta la amada neblina.
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Naturalmente inquieto
Buscando siempre hacer aportes a la sociedad que lo vio crecer, Chapellín alza su voz para que las autoridades desarrollen programas apropiados para el desarrollo de personas con discapacidad.
“En mi caso tengo la alegría de desempeñar una actividad que me produce placer y expansión porque tengo el apoyo de mi familia; sin embargo, esto no puede ser un privilegio sino el derecho natural del que deben gozar todos los discapacitados y me propongo mantenerme a través de mi trabajo como esa voz de impulso para ellos, ya que por experiencia sé de las circunstancias de muchos hombres y mujeres que permanecen guardados como objetos, bien sea por negligencia familiar, gubernamental o de ellos mismos”.
“Es imperativo rescatar la dignidad del ser humano que es el elemento fundamental para la construcción de ese mundo mejor en el que soñamos vivir. Mantengamos un contacto para la vida y la luz, hagámonos dueños de las circunstancias, no nos permitamos sentimientos de disminución sino de florecimiento y bienestar. Allí está la vida, la oportunidad”, añade quien actualmente trabaja en el desarrollo de pizarras para facilitar la enseñanza del sistema Braile.gf
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Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl