
Cuatro años han pasado desde la tragedia de la carretera Panamericana, accidente en el cual 14 personas perdieron la vida y más de una docena resultó herida luego de que una gandola de combustible impactara contra un cerro y derramara combustible que al hacer contacto con el caucho de un autobús generó un incendio de grandes proporciones.
Todo ocurrió el 29 de diciembre de 2011, cuando Yhonny Elías Olivares salió de Caracas en dirección a Los Teques con todos los pasajeros. Minutos antes de que “Cantimplora”, como era cariñosamente llamado el conductor por familiares y amigos ingresara a la vía expresa, un camión chocó contra un cerro en el kilómetro 4.
La escena fue vista en primera fila por un vecino, que al ver que otros carros se aproximaban al desastre, corrió rápidamente hacia la vía a hacer señas a los conductores para que se detuvieran. El intento fue fallido.
Los múltiples atracos que suelen tener lugar en los kilómetros bajos de la vía que conecta los Altos Mirandinos con la capital de la República llevaron a Yhonny a ignorar las manos agitándose del desconocido y seguir el camino, desconociendo lo que se avecinaba.
Apenas el primer caucho hizo contacto con el líquido inflamable las llamas rodearon a la unidad, donde 11 personas murieron carbonizadas y otras tres lo hicieron días más tarde producto de las quemaduras sufridas. En medio del caos, según relataron testigos, “Cantimplora” se dispuso a ayudar a los pasajeros a salir de la unidad y ya cuando tocó el turno de salvarse, una mala caída por la ventana por donde intentó librarse de las llamas, lo mató.
La situación pronto fue difundida por los medios de comunicación social que se hacían eco de lo reseñado a través de las redes sociales por los conductores que quedaron atrapados en la cola; veían la espesa cortina de humo y buscaban la manera de alertar a otros para que tomaran vías alternas. Precisamente a través de la radio, la televisión y Twitter fue que muchas personas descubrieron que sus parientes estaban en ese autobús.

Amarga búsqueda
Esta angustia fue vivida por Mercedes Pachecho, quien tras pasar momentos de angustia en la morgue de Bello Monte, Caracas, a donde ingresó a reconocer cadáveres en busca de su tía, se reencontró con su pariente en un hospital de Caracas.
“Todo era muy confuso, en principio ni siquiera tenían un número preciso de víctimas; de hecho, un bombero me confesó que sería muy difícil el reconocimiento por lo quemados que quedaron los cuerpos, los cuales terminaron contabilizando por el número de cabezas halladas en el lugar”, relató la residente de Caracas.
–Sabía que mi tía iría a visitar a unas amigas en Santa Eulalia, Los Teques, y cuando vi lo que pasaba y no me contestaba el teléfono supe que algo ocurría, por lo que lo primero que hice fue descartar. Al principio nada era definitivo, podía ser cualquier cadáver chamuscado, pero luego otros parientes que estaban en las mismas labores de búsqueda dieron con ella y fue un gran alivio.
A diferencia de otras familias que han establecido una especie de grupo de apoyo y se mantienen en contacto con la esperanza de que Pdvsa cumpla con la indemnización prometida entonces, Pacheco y sus parientes quieren dejar el oscuro episodio atrás.
–Con que mi tía sobreviviera a tamaña tragedia, considerada la más catastrófica de los últimos veinte años, es suficiente para nosotros. Entre toda la familia se hizo un pote para que le curaran las quemaduras sufridas en brazos y manos. Igualmente acudió durante un tiempo con un grupo de psicólogos en Caracas que de forma gratuita brindaron apoyo a víctimas y familiares del siniestro vial (…) A cuatro años del lastimoso evento tratamos de no recordarlo mucho y no esperamos que alguien venga a cambiarnos la vida; ya superamos la tragedia y lo que nos dejó fue más fortaleza familiar. Cada 29 de diciembre en vez de llorar por lo ocurrido, celebramos una nueva oportunidad de vivir y lo hacemos a plenitud.gf