La muerte y lo que hay después de ella ha sido para la humanidad uno de los grandes misterios sin resolver. Los que creen en algo más allá de esta vida insisten en las señales que pueden probarlo. Una de ellas ocurrió durante el velorio de Trebby, un niño de siete años, en Legazpi (Filipinas).
Joy Ganda Vibar-Alamares, madre de Trebby, lloraba sin consuelo frente al pequeño ataúd donde reposaba el cuerpo de su hijo. Alrededor, la familia había pegado varios globos blancos, para despedirlo.
Un globo se desprendió y empezó a desplazarse hacia donde estaba sentada Joy Ganda hasta alcanzarla. Al comienzo, la mujer quiso ignorarlo, pero el objeto se resistía a dejarla.