
La situación del país dejó de ser un término abstracto para convertirse en una frase manoseada por los criollos para justificar cuando pasan nueve horas haciendo cola para acceder a dos kilos de Harina Pan, cuando les racionan la luz o el agua y cuando son atracados en medio del tráfico de una arteria vial.
El nuevo resultado de la problemática que atraviesa Venezuela es la génesis de los bachaqueros, a quienes acude 67 % de los venezolanos para poder acceder a los productos regulados, según cifra ofrecida por el director de Datanálisis, Luis Vicente León.
La cifra es respaldada por el testimonio de cientos de venezolanos que utilizan sus redes sociales con la esperanza de reducir los días de búsqueda y dar con un bachaquero de confianza, ese que le haga llegar la mercancía luego de hacer la transferencia en la cual se cancelan desde pañales hasta leche con mil por ciento de sobreprecio.
“Yo soy de las que no tengo tiempo de escaparme de mi oficina para hacer una cola, menos de esas sádicas de no menos de cinco horas y donde de paso no tengo garantía de llevarme el producto; así que termino pagando a revendedores. La situación es tan crítica que ya no importa cuánto se pague siempre y cuando te garanticen la existencia de eso que necesites; entiéndase pollo, carne, arroz, pasta, leche y hasta productos d aseo personal”, confesó Marcela Quintero, quien dedica 90 % de su sueldo, 20 % por encima del mínimo más cestatickets y tarjetas de crédito para “hacer un mercadito”.
–La fulana bolsa solidaria que hacen llegar a los barrios y por las cuales la gente paga entre 1.800 y 2.000 bolívares, yo la cancelo en Bs. 13.000; claro, la mía viene más sustanciosa, pero eso me rinde, empujado, una semana, y eso que apenas somos dos bocas que alimentar en mi casa. Cuando veo este tipo de situaciones siempre siento pena y curiosidad por cómo harán en los barrios donde mínimo son seis personas por rancho; es un verdadero milagro sobrevivir en estos días.
De cola
en cola
La escasez ha desatado una ola de colas en las afueras de los supermercados del país. Según Datanálisis, 92,5 % de los encuestados afirman hacer cola para comprar hasta un kilo de sal.
“La gente se mata por los artículos regulados, pero ya están acampando en las afueras de los comercios llegue o no mercancía y quien va a comprar así sea un kilo de tomate no puede ingresar al comercio”, denunció Maryori Rodríguez, habitante de Carrizal, quien acotó que ni siquiera las bodegas de las comunidades se salvan de las filas de compradores.
–Últimamente estoy comprando cuanta marca de galleta se me atraviese porque no se consiguen alimentos, por lo que es de suponer que en cualquier momento habrá un estallido social porque esta crisis no está haciendo distingo: en las colas hay opositores y chavistas por igual; el panorama está negro y se pinta peor, por difícil que parezca de creer.
Pese a las múltiples medidas aplicadas para erradicar las conglomeraciones de personas en las afueras de los negocios que venden productos alimenticios y de aseo personal, todo parece ser en vano, como se evidencian en las tres colas consecutivas que se observan en las afuera de la sucursal de Súper Líder en el kilómetro 22 de la carretera Panamericana; el Fresco Market de Corralito y la Central Madeirese del Centro Comercial La Cascada.
“Ya se me olvidó lo que es entrar directo a un supermercado y cuando hay chance de hacerlo que si un domingo en la noche, eso quiere decir que no vas a encontrar nada de lo que buscas ni al precio que te conviene”, dijo Karina Flores, residente del barrio José Manuel Álvarez, quien clama por un cambio de la situación país.
–El pueblo tiene hambre, las empresas no tienen materia prima, los comercios no están siendo abastecidos y la gente está desesperanzada y agresiva, todos ingredientes que hacen de Venezuela una bomba de tiempo que estallará en cualquier momento. La desesperación es tal que muchos están esperando que explote la crisis, porque saben que al final solo quedará recuperarse para volver a ser un país próspero, donde pensar en qué comer no cruzaba nuestras mentes.
Johana Rodrí[email protected]/@michellejrl