Embarazadas, abuelitos, niños y adultos se han convertido en población vulnerable. Todos por igual padecen la escasez de alimentos que atraviesa el país, lo que se refleja en las consultas de los nutricionistas, quienes alarmados ven un repunte en los casos de anemia.
“Las harinas de maíz enriquecidas y fortificadas, principal ingrediente utilizado por los venezolanos en casa, así como carne, pollo, granos y huevos son o muy difíciles de conseguir en los supermercados o presentan altos costos, provocando su exclusión de la dieta diaria y generando casos cada vez más graves de desnutrición, sobretodo entre ancianos y niños”, explicó Marcos Quijano, nutricionista que atiende por consulta privada en San Antonio de los Altos.
–La salida más saludable es refugiarse en el consumos de verduras, frutas, hortalizas y legumbres pero la realidad es que también están presentando altos costos que llevan a los venezolanos a evitarlas y solo inclinarse por lo que esté más barato y tienen a mano.
La versión es respaldada por el Observatorio Venezolano de Salud (OVS), que en nota de prensa advierte que la crisis alimentaria existente ha llevado a la población a adoptar un dieta de sobrevivencia, a la vez que señalan que los criollos consumen 75 % de carbohidratos, omitiendo el consumo de proteínas vitales para evitar la anemia.
Maritza Landaeta, miembro del OVS, indicó a través del comunicado que “está aumentando la mortalidad materna, la mortalidad infantil y el porcentaje de niños con desnutrición. Ya es frecuente llegar a hospitales y ver pequeños con desnutrición grave y se estima que por cada niño que llega con desnutrición grave a un centro de salud, en su comunidad puedes tener 20 niños con una desnutrición moderada”.
En nota de prensa enviada por la ONG, explica Landaeta que las proteínas como pescados, huevos, leguminosas o granos y las carnes “son el tipo de alimentos con mayores dificultades para su adquisición y los que han sufrido el impacto más alto de la inflación, por lo tanto las familias se ven limitadas a consumirlos y, sobre todo, la población de bajos recursos”.
–El impacto que esto puede tener en la población y en el país es muy significativo. Un cerebro anémico es un cerebro que no aprende, un cerebro con muy bajas calorías es un cerebro que no aprende. Desde el punto de vista de salud pública, el país debe estar en un alto riesgo de tener ahorita niños con retardo de crecimiento por no consumir la cantidad de proteínas y calorías que necesitan para crecer y estar sanos, y también con problemas de desarrollo cognitivo por no tener una alimentación adecuada.
Retos
actuales
Padres e incluso docentes notan cómo los cambios en los patrones de alimentación impactan negativamente en los chamos. “Cuando no funciona el comedor no mandan a los niños a las aulas; otros vienen sin comer y se quedan dormidos en plena clase o les dan desmayos; es una situación muy fuerte la que estamos atravesando”, confesó Mariana Crespo, docente.
–En los colegios privados da dolor ver las loncheras de los alumnos: les mandan pasta pelada o arroz solo, cuando hasta hace un par de años escogían entre arepa y sándwich, les metían una galleta, un yogurt o una fruta más su respectivo jugo natural.
Las madres, pese a ser conocedoras de los efectos de la mala alimentación en plena fase de crecimiento de los infantes, dicen que no tienen más opción. “Ya me han amonestado en mi trabajo por llegar tarde por quedarme haciendo colas por productos regulados y cuando no voy me descuentan hasta la manera de caminar, así que no tengo más remedio que darle a mis dos chamos de 5 y 10 años lo poco que consiga”, confesó Andrea Carreño, vecina de La Matica.
Johana Rodrí[email protected]/@michellejrl
