¿Qué es lo que sucede en realidad cuando me comprometo a seguir a Jesús? Esta pregunta tiene una importancia inmensa. La mayoría de nosotros tenemos un conocimiento incompleto en cuanto a lo que comprende la transformación de nuestra vida en el momento de tomar la decisión de seguir a Cristo. Ahora bien, es esencial que nuestra comprensión de esto crezca con rapidez.
Según la Biblia, “nacemos de nuevo” cuando damos ciertos pasos en fe: Reconocer que hemos estado separados de Dios —viviendo independientes de Él— y arrepentirnos de habernos mantenido separados. (“Arrepentirse” significa detenerse y comenzar a caminar en la dirección diametralmente opuesta).
Volvernos hacia Dios al mismo tiempo que nos alejamos de nuestra antigua forma de vivir. Pedirle a Jesucristo de manera persona y oral que sea nuestro Salvador: recibirlo como Aquél que por medio de su muerte, sepultura y resurrección hizo posible que nosotros regresáramos a Dios.
Entregarnos plenamente a Él, reconociendo que Jesús es el Señor; Aquél que tiene derecho a toda autoridad sobre nuestra vida. Este acto de creer, el término que se usa con mayor frecuencia en el Nuevo Testamento, no consiste en una simple aceptación mental, sino en un invitar activamente a Jesús para que sea nuestro Salvador y Señor, y hacerlo con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas. ¡Aquí es lícito actuar con pasión!
yo trate de llegar a este punto de compromiso después de años de intentar salir adelante por mi propia cuenta. Terminé llegando al final de mis posibilidades… y extendí la mano hacia Jesús. Me convertí en creyente. “Nací de nuevo.” Así fue como pude comenzar de nuevo, llegar a un nuevo principio.
Aunque no se produjeron de inmediato unos cambios que fueran observables, al recordarlo todo en estos momentos, puedo ver un proceso de cambios graduales que comenzó un notable desplazamiento en cuanto a todo el rumbo que tomaba mi vida. En dos palabras: fui transformada. Algunas de las formas en que la Biblia describe esa transformación: De las tinieblas A la luz (1 Pedro 2:9), De la esclavitud A la libertad (Romanos 8:21), De la muerte A la vida(Romanos 6:13).
En el primer día después de haberse comprometido a seguir a Jesús, es posible que usted no sienta diferencia alguna. No permita que sus sentimientos oscurezcan esta importante realidad: se ha producido una inmensa transición. Va a hacer falta tiempo —tal vez toda una vida— para valorar por completo las consecuencias que va a tener el haberle entregado su vida a Cristo, tanto ahora como en la eternidad.
Aún me abruma darme cuenta de que Dios mismo fue a mi encuentro cuando yo estaba perdida, voluntariosa y autosuficiente. El Autor de toda la creación me alcanzó, me aceptó en su familia y me mostró su amor incondicional. Y ese amor nunca ha disminuido ni por un solo instante desde entonces.
Manténgase firme. No se desaliente si no ve cambios de inmediato. Usted ha echado a andar por un nuevo camino. Es una nueva persona, y tiene una vida nueva, transformada. Su aventura como seguidor de Jesús acaba de comenzar.
¿Qué puedo esperar que suceda? Al comenzar nuestro caminar espiritual, no centremos nuestra atención en lo largo que pueda volverse el viaje. Y no nos preocupemos por lo que vamos a encontrar a lo largo del camino, porque en realidad no lo sabemos. Sólo Dios lo sabe. Más bien, pensemos en lo que está sucediendo ahora mismo. He aquí algunas ideas clave: Así como usted le consagró su vida a Jesús, Él se ha comprometido con usted. Ésta es su promesa: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Hebreos 13:5). Jesús está con usted todo el tiempo, cualquiera que sea su situación.
Deje la idea de que obtendrá unos resultados instantáneos. El crecimiento espiritual no se produce de un día para otro, sino que es un proceso. Busque los cambios pequeños, como conocer a un nuevo amigo que es cristiano, dar un paso para reducir un hábito incómodo o descubrir en la Biblia una idea que le es útil. Centre su atención en el aspecto en el cual Él está obrando en usted, alrededor de usted y por medio de usted en este mismo momento.
Ahora necesito hacerle una advertencia, que más tarde vamos a ver con mayor profundidad. Cuando Jesús les estaba explicando la parábola del sembrador a sus discípulos, les dijo: “Viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón” (Mateo 13:19). Se estaba refiriendo a Satanás, al diablo; a su adversario, que siempre está obrando en contra suya. La táctica de Satanás con el nuevo creyente consiste en apartarlo de la fe que acaba de hallar. Le dice: “Esto no es real. Sólo has tenido una experiencia emocional”. “Vas a perder todos tus amigos.” “Se te acabó la diversión.” Es una batalla mental, y el enfrentamiento con el adversario es una realidad de su vida cristiana.
Cuando Satanás le llegue con dudas, temores y tentaciones, opóngase a él con palabras como éstas: “Yo soy hijo de Dios, redimido por el Señor Jesús de mi vida vieja”. Después ore para que Jesús le ayude. “Señor, ayúdame a vencer en esta batalla”. Recuerde: al acercarse a Jesús, usted ha dado un paso grande y transformador; un paso del que nunca se tendrá que lamentar.
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