
Desesperados. Así están los familiares del centenar y medio de abuelitos recluidos en la Casa Hogar de la Tercera Edad que funciona en el municipio Los Salias, ante la amenaza latente de cierre por el bajo subsidio que reciben por parte del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales(IVSS).
Esquizofrenia, cuadros psicóticos, Alzheimer, Parkinson y demencia senil son algunos de los diagnósticos de los hombres y mujeres recluidos en la institución que funciona desde hace 25 años, y donde por vez primera han tenido que hacer ajustes en el menú diario, así como sustituciones en los medicamentos ante la escasez que azota al país y que golpea con fuerza a estas instituciones.
“Son 73 los lugares como este que funcionan en el país, estamos hablando de más de 5 mil pacientes que quedarían a la deriva si cerramos las puertas porque con lo que nos dan apenas alcanza para el mantenimiento. Por paciente diariamente asignan 2 mil bolívares y sabemos que con la crisis económica que estamos atravesando eso es menos que insuficiente, más tratándose de abuelos que tienen requerimientos muy específicos”, dijo Régulo Quintero, representante del lugar.
–Uno tiene vocación de servicio, pero cuando vas en busca de respuestas al IVSS que es nuestro rector y una persona de la dirección te dice que la solución será enviar a estas personas a sus casas, lo que da es indignación porque no pueden estar en sus hogares; obligatoriamente deben contar con atención especializada porque la mayoría de los pacientes psiquiátricos son de alta peligrosidad y no sabrían ni podrían lidiar con ellos en una casa.
Precisamente por esta situación, hoy jueves a partir de las 9:00 a.m, trabajadores de todos los recintos de este tipo, así como familiares de los pacientes estarán concentrándose a las puertas del IVSS en la esquina de Altagracia en Caracas, en busca de una respuesta oportuna y certera con respecto a la solicitud de aumento de al menos 100 % del subsidio para poder seguir trabajando.
“Nosotros aunque les hemos quitado las arepitas para darles panquecas y les incluimos más sopa en el menú, seguimos dando un opción nutritiva a estas personas porque he visto cómo en otros sitios les dan agua de toronjil y una galleta de soda, acortándoles la vida y yo definitivamente no quiero ser cómplice de una situación como esa”, confesó Carlos Medina, médico familiar que suma 18 años en la institución, que pese a las precariedades presenta una infraestructura en óptimas condiciones.

–Quienes trabajamos aquí sentimos a los pacientes como nuestros parientes y por ellos hacemos lo humanamente posible por mantener los espacios en armonía; limpios y agradables. Aquí la humedad daña mucho las paredes y sin embargo nos esforzamos para que cause el menor impacto negativo posible. Desde el Seguro Social nos hacen inspecciones, se sorprenden y nos felicitan por lo bien que se mantiene el lugar; sin embargo, de seguir la economía como va, la voluntad no será suficiente para mantener las puertas abiertas.
El cierre de nuestra institución significaría dejar a la deriva a 150 abuelos con un abanico de patologías diverso, así como a unos 80 trabajadores directos e indirectos sin su sustento diario. “Necesitamos que el Gobierno le meta el pecho a las residencias socioasistenciales para seguir prestando el apoyo a esta población de por sí vulnerable, como lo es la tercera edad”, puntualizó.
Jardín
despejado
Lo que solía ser un área común verde repleta de abuelitos caminando y en sillas de ruedas ahora luce prácticamente despejada. “Uno ve el reflejo de la crisis en la cantidad de abuelos. Cuando yo llegué aquí atendíamos a más de 200 y vemos que la cifra ha mermado y seguirá haciéndolo porque no hay quien viva con lo poco que dan”, atajó el enfermero auxiliar Alexandro Villegas.
–Aunque procuremos mantener la calidad, la verdad es que el menú va desmejorando por las dificultades para acceder a los alimentos; el déficit de medicamentos ronda en 70 % y nosotros nos hemos convertido en la única familia de muchos abuelos que han sido abandonados. Cerrar sería condenarlos a la muerte porque su destino sería, literalmente, la calle.gf
Johana Rodrí[email protected]/@michellejrl