El conservador Michel Temer pretende suturar las heridas de una sociedad brasileña ahogada económicamente y hastiada de la corrupción, en los dos años y cuatro meses que le quedan para completar el mandato de la destituida presidenta de izquierda Dilma Rousseff.
La lista de desafíos económicos, sociales y hasta judiciales proyectan un gobierno obligado a obtener resultados contrarreloj antes de las próximas presidenciales de 2018, que no podrá desatender las presiones de la heterogénea base de partidos que impulsó su ascenso.
Y todo bajo la negra sombra del escándalo de corrupción en Petrobras.
Es el mayor desafío y la mayor apuesta: pasar de un modelo de sesgo intervencionista a uno con mayores libertades económicas, que incluye en su menú privatizaciones y un fuerte ajuste.
Temer cuenta con el aval de la industria y del mercado. Desde que asumió interinamente en mayo tras la suspensión de Rousseff, la bolsa de Sao Paulo subió cerca de 29% y el real se apreció en torno al 15,7%.
Pero el país está en ruta a su primer bienio recesivo en más de 80 años y esta semana los datos oficiales mostraron que el desempleo marcó un récord de 11,6% en mayo-julio y el PIB se contrajo 0,6% en el segundo trimestre. /AFP