Aunque estamos acostumbrados a ingerir de forma habitual los alimentos mencionados, lo más conveniente es limitar su consumo
La inflamación es una reacción natural del cuerpo cuando se siente amenazado por algunos tipos de virus y bacterias que ocasionan infecciones.
Tras detectar los patógenos, se desencadena la liberación de una serie de sustancias químicas que, junto a los glóbulos blancos, inhiben su proliferación para evitar enfermedades graves.
No obstante, hay una amplia variedad de patologías autoinmunitarias que, incluso sin alguna amenaza en particular, ocasionan un desequilibrio en los procesos inflamatorios.
Como consecuencia, se originan daños en los tejidos internos, las articulaciones se vuelven más rígidas y aumenta el riesgo de crecimiento anormal de las células.
Además, aparecen dolores crónicos recurrentes y otros incómodos síntomas que afectan de forma significativa la calidad de vida.
Lo más preocupante es que muchos hábitos, en especial alimenticios, tienden a empeorar esta condición por su composición y efectos en el cuerpo.
Dado que algunos no son conscientes de esto, a continuación queremos compartir algunos alimentos que es mejor evitar ante los problemas inflamatorios.
Productos lácteos
Consumir lácteos La leche, el queso y otros productos lácteos se han convertido en uno de los principales enemigos de los pacientes con trastornos de inflamación.
Se estima que por lo menos un 40% de la población mundial padece intolerancia o alergia a la lactosa, una condición que desencadena desequilibrios en el sistema digestivo.
Su consumo está relacionado con problemas como:
Malestar estomacal. Estreñimiento. Diarrea. Urticaria. Dificultades respiratorias.
Margarina
La margarina contiene una alta concentración de grasas trans y aceites hidrogenados que, al llegar al organismo, ocasionan trastornos metabólicos y afecciones inflamatorias.
Tiene un elevado contenido de calorías que puede influir de forma negativa en los pacientes con obesidad y sobrepeso.
Además, dado que muchas presentaciones refinadas contienen sustancias añadidas, podría estimular la producción de los químicos que aumentan la respuesta inflamatoria.
Carnes curadas y procesadas
Las carnes curadas y procesadas se han convertido en una alternativa fácil y deliciosa para disfrutar de una amplia variedad de platos.
El problema es que son ricas en sal, nitratos, nitritos y otras sustancias químicas que, aunque las conservan frescas, son potentes inflamatorios relacionados con la aparición de enfermedades autoinmunitarias.
Esto, sumado a su contenido de grasa, empeora los síntomas de trastornos como la artritis, el dolor muscular y las enfermedades óseas.
Aceites vegetales refinados
Los aceites vegetales refinados han invadido el mercado y cada vez están más presentes en la dieta habitual de las personas.
Si bien se obtienen de fuentes vegetales como la soja o la palma, su alto contenido de ácidos grasos omega 6 puede influir negativamente en la inflamación.
Eso sí, cabe aclarar que aceites como el de oliva y el de canola (colza) tienen ácidos grasos omega 3 que, por el contrario, resultan beneficiosos en el control de estos problemas.
Sal
Se estima que más del 90% de la población ingiere una cantidad excesiva de sal, por encima de lo recomendado para la salud.
Aunque esta sustancia es necesaria para algunas funciones del cuerpo, sus excesos están vinculados con la retención de líquidos en los tejidos, uno de los factores que influyen en la aparición de enfermedades inflamatorias.
Incluso, ingerirla aumenta el riesgo de padecer hipertensión y problemas en el sistema circulatorio.
Frituras
Las frituras y comidas empaquetadas tienen un alto contenido de grasas trans y compuestos añadidos que alteran el metabolismo y la inflamación.
Estas no solo incrementan el peso corporal, sino que dificultan el proceso de digestión y aumentan los niveles de colesterol malo (LDL) en las arterias.
Por otro lado, dado que conducen al sobrepeso, empeoran las dolencias en los pacientes con artritis y afecciones en los huesos.
Bebidas carbonatadas
Las gaseosas y bebidas carbonatadas tienen muchos efectos negativos en la salud, no solo por su contenido de químicos sino por su alto aporte de azúcares refinados.
Además de ser bastante adictivas, tienen altos niveles de dióxido de carbono cuya ingesta dificulta el proceso de digestión y aumenta la acidez y la hinchazón.
En conclusión, aunque estamos acostumbrados a ingerir de forma habitual los alimentos mencionados, lo más conveniente es limitar su consumo para evitar el riesgo de problemas inflamatorios.
Además, en caso de estar padeciendo alguno, lo mejor es suprimirlos por completo para evitar todo tipo de complicaciones.