El contexto del partido Barcelona-Real Madrid del próximo 18 de diciembre hace imposible no imaginar un escenario complicado que termine por impedir el normal desenvolvimiento de la que debería ser una fiesta futbolística, en un Clásico que ha cobrado un interés universal en los últimos años, tal es la difusión que recibe cada vez que se realiza.
Y es que la situación política que actualmente atraviesa Cataluña y las aspiraciones independentistas de un sector de esa región amenazan con trasladarse al escenario deportivo que sirve de sede al cuadro azulgrana, algo que hace temer por la seguridad de los asistentes y de los propios futbolistas.
Ya la plataforma separatista Tsunami Democratic anunció protestas masivas para el día del Clásico e incluso hizo una oferta, considerada un chantaje por muchos analistas, donde “garantiza” la paz en el compromiso si se le permite aprovechar la inmensa caja de resonancia y vitrina que supone un partido entre culés y merengues para difundir sus mensajes de independencia.
Como es de suponer, las reacciones ante las amenazas de Tsunami Democratic son diametralmente opuestas entre las directivas de ambos equipos. Y si desde el Barsa, el presidente Josep María Bartomeu mantienen una postura de tranquilidad y de “normalidad” en los días previos, en la tolda blanca hay mucha preocupación y sus altos mandos esperan los anuncios e informes policiales y de logística para tomar una postura o evaluar si realmente hay garantías para jugar el partido.