Por: David Uzcátegui
En Venezuela, la producción agrícola enfrenta un interminable rosario de obstáculos que amenazan su supervivencia y el bienestar de quienes dependen de ella. La situación es cada vez más precaria, y la falta de un plan de contingencia efectivo agrava aún más la crisis.
Mientras tanto, muchas de las pretendidas soluciones se quedan en palabras que se lleva el viento. Otras tantas son los clásicos paños calientes que, aunque puedan ofrecer resultados rápidos a corto plazo, solo profundizan los problemas en el largo término, dejando a los agricultores en una situación cada vez más desesperada.
El principal problema al que se enfrentan los trabajadores de la tierra venezolanos es la falta de un plan central nacional, a lo cual se une la ausencia de políticas efectivas que promuevan el desarrollo del sector.
Por si fuera poco, la falta de créditos para estos productores dificulta la inversión en equipos, insumos y tecnología, lo que reduce la productividad y limita la capacidad de ellos para mejorar sus prácticas.
Además, la carga tributaria excesiva, con más de 10 impuestos que gravan la actividad agrícola, ahoga financieramente a los productores y dificulta su capacidad para reinvertir en las operaciones que necesitan adelantar.
La eliminación de exoneraciones fiscales agrava aún más la situación, ya que aumenta los costos de producción y reduce la rentabilidad de los agricultores.
La deficiencia en el abastecimiento de combustible es otro obstáculo importante, ya que dificulta el transporte de productos del campo a la ciudad. Esta escasez no solo encarece los costos logísticos, sino que también provoca pérdidas de productos perecederos que no pueden ser transportados a tiempo.
La incertidumbre constante en el país también afecta negativamente al agro, ya que dificulta la planificación a largo plazo y la toma de decisiones informadas. Sin un entorno político y económico estable, los trabajadores de la tierra se enfrentan a un futuro incierto que dificulta la inversión y el crecimiento.
Uno de los principales problemas que surge de la falta de apoyo a esta industria es la vulnerabilidad a las crisis alimentarias.
Cuando un país depende en gran medida de las importaciones de alimentos debido a la incapacidad para producir lo suficiente internamente, se expone a riesgos significativos en caso de interrupciones en el suministro global, ya sea por fenómenos naturales, conflictos políticos o problemas económicos en otros países.
Esto puede llevar a aumentos repentinos en los precios de los alimentos y a la escasez, lo que afecta desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la población.
Además, la falta de apoyo a la agricultura nacional puede tener un impacto negativo en el desarrollo económico y social de un país. La agricultura no solo proporciona alimentos, sino que también es una fuente importante de empleo, especialmente en áreas rurales donde otras oportunidades de trabajo pueden ser limitadas.
Sin inversiones y políticas que fomenten la modernización y la eficiencia en la agricultura, se pierden oportunidades de crecimiento económico y se perpetúa la pobreza en estas regiones.
A pesar de estos desafíos, el sector agrícola venezolano cuenta con fortalezas significativas que podrían aprovecharse para impulsar su desarrollo. La ubicación geográfica del país ofrece buenas potencialidades para la agricultura tropical, con la capacidad de obtener altos rendimientos en una variedad de cultivos.
Desde el café y el cacao hasta la palma aceitera y los frutales, Venezuela tiene el potencial para convertirse en un importante productor agrícola a nivel mundial.
Además, existen iniciativas que demuestran el poder de la cooperación y la asociación en el sector agrícola. Ejemplos como CECOSESOLA en el estado Lara, que promueve la creación de redes de productores para mejorar la comercialización y obtener mejores rendimientos, demuestran que un enfoque colaborativo puede ser efectivo para superar los desafíos.
Sin embargo, para que estas fortalezas se materialicen en un cambio, es necesario un nuevo enfoque por parte del liderazgo y una mayor inversión en el sector. Se requieren políticas que promuevan el acceso a créditos, reduzcan la carga tributaria y garanticen un suministro adecuado de insumos y combustible.
Además, es fundamental establecer un entorno político y económico estable que brinde certidumbre a los agricultores y fomente la inversión a largo plazo.
En definitiva, estos trabajadores venezolanos se enfrentan a enormes desafíos que reclaman soluciones reales y sostenibles. El alivio a corto plazo que agrava los problemas en el futuro no es una opción aceptable.
Es hora de que todos reconozcamos la importancia del sector agrícola y colaboremos en apoyar su desarrollo.