“Firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total”, así definió el ahora ex presidente de la República Hugo Chávez Frías el 8 de diciembre de 2012 su decisión de heredar a Nicolás Maduro Moros las riendas de la revolución bolivariana. La mayoría del pueblo venezolano, obedeció su orden.
Este domingo con el 50,66% de los votos, Maduro se convirtió en el nuevo Presidente de Venezuela con las credenciales de haber sido uno de los más incondicionales colaboradores de Chávez en las buenas y en las malas durante los últimos 20 años, y la fama de ser un negociador con capacidad para escuchar a los demás.
Algunos lo tildan de radical y todos coinciden en su indiscutible lealtad al proyecto bolivariano, del que no se separó en los últimos 20 meses mientras el presidente luchaba contra un cáncer que acabó el 5 de marzo con el deceso del hombre que gobernó Venezuela desde 1999.
A él lo ungió Chávez como su sucesor político y a él le correspondió dar la noticia de su muerte. Encabezado una campaña completamente enfocada en su figura, repitiendo una y otra vez que es «hijo» del gobernante y prometiendo continuar su legado siguiendo punto por punto su programa político.
Quienes le conocen aseguran que es un hombre de equipo, que sabe apoyarse en los grupos con que trabaja y tiene grandes dotes de negociación aprendidas durante su pasado sindicalista, del que también sacó una profunda y estructurada formación ideológica maoísta.
Antiguo líder sindical, de 50 años, antes de ser la cara de Venezuela en el exterior fue durante muchos años chófer de autobús, se ha codeado en la alta política internacional sin complejos y sin ocultar con naturalidad que no habla más que español.
Maduro ha hizo alarde durante la campaña de ese pasado de conductor y fue habitual verle llegar a los actos electorales conduciendo un autobús en el que trasladaba a todo el equipo de campaña.
Después de convertirse en 2006 en el ministro de Exteriores más joven de la era Chávez, Maduro fue nombrado vicepresidente en octubre pasado, centrando todas las miradas y erigiéndose de facto, y sin demasiadas sorpresas, en el hombre fuerte del chavismo.
Nacido en Caracas en 1962 y criado en la popular barriada de El Valle, Nicolás Maduro es un convencido izquierdista que se inició en grado medio como líder estudiantil.
Sin pasar por la universidad, trabajó como chófer de autobuses del Metro de Caracas, cubriendo rutas -que según reveló resientemente- incluída la de Plaza Venezuela – los Teques, llegando a ser un destacado líder sindical en los años 90.
Conoció a Chávez mientras este cumplía condena en prisión por su fallido golpe de Estado de 1992, en un momento en que varios grupos se acercaban al teniente coronel.
En ese contexto también conoció a su pareja, la abogada y antigua líder parlamentaria del chavismo, Cilia Flores (nueve años mayor que él), una de las letradas que asesoraban a Chávez.
De sonrisa amplia bajo su bigote, contribuyó a la fundación del partido que llevó al mandatario al poder, el Movimiento V República (MVR), siendo elegido diputado en 2000 tras haber participado en la redacción de la nueva Constitución Bolivariana de 1999.
En enero de 2006 fue designado presidente del Parlamento, un cargo que le duró siete meses ya que en agosto de ese mismo año recibió el cargo que le daría proyección internacional: el de ministro de Exteriores.
«Es una persona en el trato personal muy cordial, con buen sentido del humor, pero cuando tiene que apretar aprieta y con el adversario es duro, por supuesto», asegura el periodista y exviceministro de Asuntos Exteriores Vladimir Villegas, quien además estudió en la misma escuela que Maduro.
Colaborador histórico y beneficiario de una gran confianza presidencial, tomó las riendas del país cuando Chávez estaba en Cuba sin poder contener, en muchas ocasiones, el torrente de lágrimas.
Sus detractores le acusan de haber destrozado la Cancillería sacando a diplomáticos de carrera y colocando a gente que le había acompañado durante su vida laboral y que terminó entrando en el Ministerio de Exteriores junto a él.
Hay quien también recuerda la visita que él y Flores hicieron al líder espiritual indio Sai Baba en 2005, algo que para algunos evidencia sus extraños hábitos religiosos mientras que otros consideran que demuestra el carácter de Maduro.
Durante la campaña sorprendió a todos asegurando que Chávez se le había presentado en forma de pajarito. El comentario generó bromas y burlas en la oposición y en las redes sociales, pero Maduro no se ha inmutado e incluso ha insistido en esa historia.
«Yo conté algo muy sencillo que me pasó ayer, sí, me sucedió, me sucedió. Y yo me siento feliz de que me haya sucedido, es mi espiritualidad y me dio la gana de compartirla con el pueblo», sostuvo durante un acto electoral.
“Mentira Fresca” como lo bautizó su contendor Henrique Capriles Radonski, quien pierde nuevamente las elecciones, hereda no sólo las riendas de la revolución que ayudó a fundar, sino un país que segín los expertos deberá enfrentar una de las mayores crisis economicas de su historía.