El premio Nobel de la Paz Mohamed ElBaradei, fue el designado como máxima autoridad ministerial en el Cairo
EL CAIRO. Las nuevas autoridades egipcias parecían este domingo dudar de la opción de elegir como primer ministro al premio Nobel de la Paz Mohamed ElBaradei, criticado por los salafistas, mientras adversarios y partidarios del presidente depuesto, el islamista Mohamed Mursi, se preparaban para otra jornada de manifestaciones.
La elección de ElBaradei, que la víspera anunciaron la agencia oficial Mena y varias fuentes políticas y militares, se topa con las reservas del partido salafista Al Nur, socio islamista de una coalición que está integrada principalmente por partidos y movimientos laicos. La Presidencia llegó incluso a convocar a la prensa en la noche del sábado en previsión de un anuncio, pero el presidente interino Adly Mansur, al que los militares designaron después del golpe de Estado para reemplazar a Mohamed Mursi, anunció que todavía no había adoptado una decisión pese a que la elección de ElBaradei es, a sus ojos, «la más lógica».
La oposición laica ha elegido a ElBaradei -de 71 años, exdirector de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) y premio Nobel de la Paz en 2005- como su ‘voz’ en la transición abierta en la era post-Mursi. Su nombramiento al frente del gobierno aportaría a la transición, vigilada por el ejército, el lustre de una personalidad internacionalmente reconocida con firmes convicciones democráticas. En cambio, puede enfurecer a los islamistas de todas las tendencias, independientemente de que sean partidarios o no de Mursi, que le reprochan de ser más popular en los salones de El Cairo que entre el pueblo llano.
«ElBaradei es un tecnócrata, que no será capaz de poner fin a las divisiones que hay en la calle», declaró a AFP Nader Baqar, responsable de Al Nur. «No se puede hablar de reconciliación nacional y nombrar luego primer ministro al más virulento opositor a Mursi», añadió.
Quien quiera que sea, el futuro jefe del gobierno tendrá un papel difícil. Heredará un país al borde de la bancarrota, cuyas divisiones políticas se traducen en enfrentamientos sangrientos, y tendrá que preparar también elecciones legislativas y presidenciales, aunque la fecha todavía no está establecida.
NUEVA JORNADA DE MOVILIZACIÓN
Se espera que este domingo se produzcan nuevas manifestaciones de ambos campos para mantener la presión de la calle tanto a favor como en contra de Mursi.
Los opositores a Mursi tienen previsto congregarse, como suele ser habitual, en la plaza Tahrir, en el centro de la ciudad, mientras que el campo del presidente depuesto ocupa desde hace varios días los alrededores de la Universidad de El Cairo, en el barrio de Guizeh y una gran plaza frente a una mezquita de Nasr City, un barrio de la capital.
En el norte del Sinaí, cerca de la ciudad de El Arich, un gasoducto que lleva gas a Jordania fue blanco de un atentado con bomba el domingo a primera hora, por primera vez en un año. Este atentado se suma al brote de violencia que dejó 37 muertos el viernes, entre ellos varios policías y un militar en el Sinaí. Desde el 26 de junio, cuando empezaron los enfrentamientos, han muerto en el país más de 80 personas.
Los islamistas, que denuncian un «golpe de Estado militar» y la instauración de un «Estado policial» han prometido seguir en las calles hasta el regreso de Mursi, primer presidente democráticamente elegido en el país árabe más poblado. El influyente predicador Yusef Al Qaradaoui, mentor de los Hermanos Musulmanes del que procede Mursi, declaró «nula y sin valor» su destitución.
El presidente estadounidense, Barack Obama, «repitió que Estados Unidos no está alineado ni apoya a ningún partido político ni grupo egipcio en particular», informó el sábado la Casa Blanca en un comunicado. El presidente ruso, Vladimir Putin, consideró que Egipto estaba al borde de una guerra civil, pero el exprimer ministro británico Tony Blair, emisario del Cuarteto para Oriente Medio, defendió la decisión del ejército de derrocar a Mursi, ya que la alternativa era el «caos».
El derrocado Mursi, acusado por sus detractores de acaparar el poder para los Hermanos Musulmanes, está detenido por el ejército, y el guía supremo, Mohamed Badie, es objeto, junto con otros ocho jefes de la cofradía, de una acusación de «incitación al asesinato». El número dos de la hermandad, Jairat Al-Shater, está detenido.
Por otra parte, un tribunal del Cairo, absolvió este domingo a 12 militantes políticos conocidos por sus virulentas críticas contra Mursi.
Agencias