A pesar de los llamados pacifistas de la Mesa de la Unidad, la violencia que podría desatarse en el seno de los desafectos al gobierno sería un acto de legítima defensa ante el arrinconamiento y las acciones políticas de provocación de las que son objeto.
Pedro Luis Echeverria
Preocupa como la intolerancia y la violencia irracional, utilizados como instrumentos de acción política, están gravitando en el clima político del país. No hay día en que los medios de comunicación no reporten situaciones de esa naturaleza que se suceden en contra de los disidentes. Cuando se aproxima la fecha para las elecciones municipales, se percibe una mayor polarización y tensión social cuyos rasgos fundamentales evidencian el endurecimiento del contenido del discurso político que acentúa las diferencias; la disposición de los grupos opositores a actuar con mayor decisión y audacia, compelidos por la actitud gubernamental de no dar espacios para el debate y el entendimiento respecto a las decisiones, que sobre el futuro del país y de cada uno de los ciudadanos, debemos adoptar los venezolano y; las acciones violentas e ilegales de los grupos de apoyo al gobierno, que son realizadas impunemente con la complicidad de las autoridades de las instituciones públicas y exacerbadas por la dirigencia del aquelarre “revolucionario”.
Los tiempos que se avecinan estarán signados por la violencia, la intransigencia y la confrontación. En efecto, el aprovechamiento del comportamiento irracional de las masas fundamentado en un discurso de exclusión y odio, es una de las estrategias que ha venido siendo utilizada por el régimen para tratar de amedrentar y acorralar a los grupos opositores. Igualmente, la violencia institucional del gobierno al pretender el cierre deliberado de las instancias a las que se podría acudir en demanda de justicia y el alevoso acoso a dirigentes opositores, basado en la mentira y en indicios de dudosa veracidad forjados en la penumbra de la perversidad.
Este inepto régimen levanta a diario cortinas de humo para ocultar la terrible realidad que el país se consume por la negligencia y la falta de visión gubernamental.
A pesar de los llamados pacifistas de la Mesa de la Unidad, la violencia que podría desatarse en el seno de los desafectos al gobierno sería un acto de legítima defensa ante el arrinconamiento y las acciones políticas de provocación de las que son objeto.
La sociedad no puede permitir que sean la violencia, la confrontación y la subversión social la única salida política que le queda a la oposición frente a las inaceptables pretensiones del régimen actual de conculcar los derechos básicos a la vida, la libertad y la dignidad. No se debe tolerar que el gobierno acose a la oposición, por pretender cambiar democráticamente el estado de cosas que vive el país. Todos tenemos derecho a participar, nadie debe ser excluido y menos si la exclusión obedece a que no coincidimos con el totalitarismo del pensamiento oficial.
En diciembre próximo vamos a concurrir masiva y pacíficamente a los comicios, armados del voto y de la convicción que a este régimen hay que cambiarlo por el bien de la República y por la manifiesta incapacidad que ha demostrado durante los primeros 100 días de gobierno.