David Uzcátegui
El ajedrez del juego político en Estados Unidos es impredecible y apasionante, solamente posible en un país tan grande y con una sociedad tan compleja. La sorpresiva ascensión de Kamala Harris como candidata presidencial del Partido Demócrata lo confirma.
Harris, quien ya rompió barreras al convertirse en la primera mujer, la primera persona de ascendencia negra y surasiática, y la primera hija de inmigrantes en llegar a la vicepresidencia, ahora se enfrenta a la posibilidad de hacer historia nuevamente al ser la primera mujer en la Casa Blanca.
Su ascenso llegó tras lo que se consideró un revés para su partido: el criticado desempeño del actual presidente y candidato a la reelección, Joe Biden, en el primer debate contra Donald Trump.
Un Biden de 81 años dejó ver que la edad había le hecho mella, y deslució ante un Trump de marcada habilidad oratoria, aunque con un discurso plagado de inexactitudes, según los verificadores de noticias.
Mientras de cara a la opinión pública Biden siguió siendo el candidato, una corriente puertas adentro del Partido Demócrata se movilizo rápidamente. Dicen que el mismo expresidente Barack Obama, entrañable amigo del mandatario, fue crucial en convencerlo de retirarse.
Y su sustituta natural era la vicepresidenta que lo ha acompañado en su gestión. Una decisión que, sin embargo, no estuvo libre de complejidades.
Había dudas dentro de su propio partido sobre su capacidad para postularse al cargo político más importante del mundo. Sin embargo, Harris estuvo trabajando calladamente todos estos años en construir las bases para su candidatura presidencial. Estos esfuerzos parecen haber dado frutos, como se evidencia en la ola de entusiasmo que la noticia ha generado.
Es interesante ver cómo en ese juego político se escoge al candidato a vicepresidente, de manera que sea una figura complementaria. Así, Harris une fuerzas con Tim Walz, un hombre blanco, mayor y del medio oeste. El complemento perfecto para una mujer afro-asiática, joven y de la costera California. Algo similar a lo que sucedió con la misma Kamala junto a Biden, o con Biden al complementar a Obama.
Donald Trump por su parte escogió a un muy joven JD Vance, también procedente del profundo medio oeste; mientras el magnate es producto de la ruidosa y sobrepoblada Nueva York.
El contexto en el que Kamala toma las riendas de la candidatura demócrata es desafiante. A menos de 80 días de las elecciones, Harris tiene la oportunidad de presentarse nuevamente en el escenario nacional y demostrar que es capaz de liderar un partido que la ha respaldado.
Esta tarea no será sencilla. Harris deberá disipar las dudas persistentes dentro de algunos sectores de su partido y convencer a los votantes indecisos de que puede derrotar a Trump, quien sigue siendo un adversario de cuidado.
Uno de los aspectos más interesantes de su candidatura es cómo ha logrado posicionarse como la heredera de Biden, a pesar de que nunca fue vista como tal por muchos.
El propio presidente reconoció que elegir a Harris como su compañera de fórmula fue “la mejor decisión que he tomado”. Este aval, junto con el creciente apoyo popular, ha transformado a Harris en una candidata más fuerte de lo que muchos anticipaban.
En el ámbito de la campaña, Harris ha logrado establecer una ventaja significativa sobre Trump. Los recientes informes de la Comisión Federal Electoral revelan que la campaña de Harris declaró casi 220 millones de dólares en efectivo, una suma considerablemente mayor que los 151 millones de Trump. Además, mantiene una estrecha ventaja sobre Trump en las encuestas, con un 49% de apoyo frente al 45% de su oponente, según Washington Post-ABC News-Ipsos.
Sin embargo, a pesar de este impulso, Harris enfrenta un desafío: demostrar que puede atraer a los votantes más allá de la base demócrata.
Su ascenso ha dejado a Trump en una posición complicada, especialmente en términos de músculo de campaña. Aunque el expresidente ha duplicado sus esfuerzos en anuncios atacando a Harris, sigue rezagado en cuanto a la organización y el financiamiento necesarios para convertir estos ataques en votos.
La candidatura de Kamala Harris es un reflejo de la volatilidad del panorama político estadounidense. Mientras que algunos ven en su ascenso una demanda acumulada por un cambio, otros todavía están por convencerse de que Harris puede romper el patrón de polarización que ha dominado las últimas elecciones.
A medida que se acercan los comicios, Harris tendrá que demostrar no solo que es la sucesora de Biden, sino que es la líder que puede llevar a Estados Unidos hacia una nueva era. En este juego de ajedrez político, su siguiente movimiento será crucial, y el mundo estará observando.