Uno de los factores fundamentales para el triunfo de la revolución cubana en 1.958 fue el apoyo generalizado que recibieron Fidel Castro y sus “barbudos” de parte de todo un pueblo agobiado por largo tiempo de inestabilidad política y de dictaduras alternadas y al que se le prometió un cambio radical para instaurar un sistema democrático que permitiría su participación en los asuntos públicos; sin embargo inmediatamente después de llegar desde la Sierra Maestra a La Habana, la élite de nuevos gobernantes dieron un oportunista viraje ideológico hacia el comunismo soviético de la época con la famosa expresión “elecciones, ¿para qué?”, con la cual dejaban sentado que a partir de ese momento la isla caribeña entraría en un régimen de presidencia vitalicia en el que las elecciones eran un obstáculo para lograr los objetivos superiores de la revolución y por tanto la lealtad a sus autoridades se convirtió en un dogma político que impide el pluralismo para dar paso a un sistema donde se vota hasta en tercer grado para cargos públicos importantes, pero no se elige realmente porque el único que legalmente los puede postular es el Partido Comunista Cubano.
No tengo dudas de que en Venezuela existe un proceso en pleno desarrollo mucho más peligroso que el castrocomunismo cubano y que está poniendo en riesgo nuestra Democracia; pero no es por falta de elecciones sino por las condiciones en que se realizan y porque desde el gobierno y las instituciones que le obedecen hay un plan premeditado para anular el valor del voto como herramienta para el cambio político y pacífico, que ha generado que muchos ciudadanos comiencen a preguntarse “votar, ¿para qué?”.
Me apoyo en tres elementos para sustentar esta hipótesis política. El primero, es que tenemos un árbitro electoral que toma decisiones administrativas para favorecer a los candidatos del gobierno nacional y, a la vez, ha sido incapaz de controlar el uso de los dineros públicos en las campañas electorales de esos candidatos; el segundo, es que esa misma conducta parcializada del CNE hace que existan dudas razonables sobre algunos resultados electorales, y por tanto las autoridades electas comienzan sus funciones con déficit de legalidad y de legitimidad; y por último, es la designación ejecutiva de funcionarios que no fueron electos pero que manejan más poder y recursos que los que sí lo fueron en el mismo ámbito de acción de gobierno (gobiernos paralelos), y además se les confiscan sus competencias legales y se reducen sus presupuestos; como ha pasado con el Alcalde Mayor de Caracas, la Gobernación de Miranda y a varios alcaldes reciente electos como el de Barquisimeto, Valencia y otros.
Pero con todo, la única ruta legal que tenemos los demócratas es usar el derecho constitucional del sufragio porque es esa resistencia ciudadana lo que ha impedido que Venezuela llegue a ser como Cuba; y es un compromiso moral y de dignidad defenderlo y ejecutarlo las veces que sea necesario.
REALIDAD O ESPEJISMO?. Tal como lo había prometido, el Presidente Nicolás Maduro se reunió en el palacio de Miraflores el miércoles pasado con los alcaldes recién electos y con dos gobernadores de la oposición. Sería mezquino negar que fue una señal positiva ver por primera vez en quince años a los dos factores polarizados en un mismo lugar, compartiendo puntos de vista sobre temas polémicos y sobre proyectos sociales para las comunidades; y el deseo nacional es que no sea un espejismo decembrino que permita iniciar un proceso de tolerancia que nos lleve a la reconciliación del país. Cada quien fue a lo suyo. Maduro facilitó el diálogo, aunque expuso sus criterios con respeto y firmeza. El Alcalde Mayor, Antonio Ledezma, solicitó que le devuelvan sus competencias y pidió amnistía para los presos políticos; pero su intervención dejó ver que quiere asumir el liderazgo nacional de la oposición. Las opiniones de Gerardo Blyde y Carlos Ocaríz trascendieron el ámbito municipal y tocaron asuntos de interés general; los demás, aprovecharon la oportunidad para hablar de los gobiernos paralelos que le han impuesto después de ganar o del arrebato de algunas competencias, de presupuestos injustos, de las dificultades para adquirir dólares para comprar equipos y maquinarias para atender necesidades puntuales, de servicios públicos y de proyectos. Fue especialmente notoria la ausencia del Gobernador de Miranda, Henrique Capriles; pero ya había dicho que como no se lo notificaron, no se dio por invitado; además, si se presentaba en ese escenario se pudo complicar la reunión porque nadie podía garantizar que el debate no se centrara sólo en él y Maduro, a propósito de lo duro que se dieron en la campaña presidencial. Está claro que el gobierno está facilitando las cosas para generar una crisis de liderazgo en la oposición y está deseoso que otros asuman el puesto de Capriles, o al menos que se lo peleen. Por lo pronto los que han asomado esas intenciones son Leopoldo López, María Corina Machado, Henri Falcón y Antonio Ledezma. Veremos si los acuerdos logrados en esa reunión se convierten en realidad o es un espejismo que forma parte de una estrategia política de Maduro para acorralar a Capriles.
LOS RETOS DE GARCES. Al recién electo alcalde de Guaicaipuro le toca gobernar por cuatro años un municipio destrozado desde el punto de vista físico y administrativo, y por tanto su mayor desafío inmediato es enfrentar una herencia que le deja la gestión de sus dos compañeros de partido, los ex alcaldes Raúl Salmerón y Alirio Mendoza; en temas como la recolección de la basura, la inseguridad, el deterioro de la vialidad, la movilidad vehicular y la reubicación de los buhoneros; además, debe pagar compromisos laborales y con proveedores que generaron una inmensa deuda; pero también tiene que ordenar la administración municipal y facilitar algunas investigaciones que cursan en la Contraloría local para determinar presuntos casos de corrupción. Le toca demostrar que la imagen de gerente exitoso que explotó en la campaña electoral no era pura paja. Le doy una asesoría gratuita a Francisco Garcés: si tiene complicaciones para asumir estos retos, pídale el programa de Gobierno que elaboró Rómulo Herrera; que allí conseguirá respuestas para cada caso. Estoy seguro que Rómulo no tendría problemas en entregárselo y sin cobrar un centavo, a pesar de que hay proyectos que le costaron un realero.
Sergio Graffe
