Dios no creó las armas si así hubiera sido, Jesús las hubiera traído consigo. Vino sin ellas porque sabía que el poder no estaba en ellas sino en nosotros.
Tal vez nunca encontremos gigantes de carne y hueso como enemigos físicos, pero sí gigantes simbólicos que pretenderán amedrentarnos con sus armas y la poderosa influencia del dinero con que ponen a muchos pueblos a lamer el suelo de la adulación
Vinicio Guerrero Méndez
«Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».(Lucas 14:11)
El nombre Goliat significa «grande.» Goliat fue un famoso gigante cuya altura serían unos tres metros de altura quizá más; oriundo de la ciudad filistea de Gat. Por cuarenta días desafió abiertamente a los ejércitos de Israel, retándolos para que enviaran a un hombre a pelear con él. Pero Dios para humillar su soberbia le envía a un joven pastor sin conocimiento de armas de guerra simplemente poseía para la defensa del rebaño una empírica honda. David, era su nombre y con un único y certero tiro de piedra lo derriba, cuando cae, la tierra a su alrededor se estremece como la corriente del río sacude las cañas, momento que aprovecha David y toma la enorme espada del gigante para seguidamente, cortarle la cabeza. Esta victoria de David sobre Goliat fue decisiva precisamente el día cuarenta para que todos los que le acompañaban a tan enorme enemigo se volvieran atrás, pero no lograron avanzar, cuando cayó, cayeron todos.
Un arma es solo un instrumento de protección engañoso para ridiculizar a quien pretenda mostrar soberbia, grandeza y poder.
Dios no creó las armas si así hubiera sido, Jesús las hubiera traído consigo. Vino sin ellas porque sabía que el poder no estaba en ellas sino en nosotros.
Tal vez nunca encontremos gigantes de carne y hueso como enemigos físicos, pero sí gigantes simbólicos que pretenderán amedrentarnos con sus armas y la poderosa influencia del dinero con que ponen a muchos pueblos a lamer el suelo de la adulación.
Ese Goliat tratará de vencernos, pero, como David, tenemos la convicción y certeza que Dios combatirá por nosotros. Con el arma de la oración lo enfrentaremos y venceremos.
Nótese bien que este número cuarenta representa un período de tiempo en el que ocurre algún cambio. Aparece numerosas veces en la Biblia y la Iglesia mantiene el número 40 para los días de la Cuaresma, donde estamos ahora y donde se supone que debemos cambiar (¡para mejor!)
¡La oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te escuchará.