Apenas conciente como para abrir los ojos, cruza la carretera Panamericana María Alejandra a las 4:00 a.m. para dirigirse a su trabajo. En medio del letargo por la hora sólo alcanza a coordinar para bostezar mientras ve la hora, situación que cambia en cuestión de instantes, cuando un motorizado encapuchado irrumpe y al grito de “dame todo o te disparo” la apunta a la cabeza con una pistola mientras le arrebata la cabeza.
El hecho se registró la mañana de este lunes, cuando nuevamente los vecinos que se encontraban en la parada de pasajeros del sector Jabillal fueron víctimas del hampa.
“Una de las muchachas que estaba a mi lado se quedó mirando fijamente la carretera, después de que nos robaron fue que entendí que ella estaba tratando de ver que se acercaba la moto apagada, rodando por inercia y sin luces para agarrarnos a todos”, relató la joven que se vio obligada, al igual que las otras seis personas que esperaban, a entregar sus pertenencias. “Sólo un muchacho que estaba al final de la fila logró salir corriendo y afortunadamente no lo alcanzaron ni dispararon”.
El relato es el pan de cada día en la zona, donde según la entrevistada, se cometen mínimo cinco atracos diarios. “Son dos chamos que se desplazan en motos que están armadas supongo que con piezas robadas. Van con las luces apagadas y se pegan detrás de los autobuses. En lo que la unidad de transporte público arranca atracan a todo el que se baja. Suelen actuar entre las 4:00 y 6:00 a.m. y luego en la noche, entre las 7:00 y 9:00 a.m.”, denunció la agraviada.
El caldo de cultivo de la inseguridad, según coincidieron en señalar varios moradores consultados, es la oscuridad que reina en el tramo de la carretera Panamericana, entre los kilómetros 40 y 41; aunado a la falta de patrullaje policial.
“Lo más insólito es que muchos jefes policiales dicen que no actúan porque no hay denuncia formal, pero cuando uno va al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) te toman la denuncia con fastidio y nada más te dan un papelito que no sirve de nada más que para justificar el por qué ese día no llegaste a la hora habitual al trabajo (…) Yo fui sólo porque soy funcionaria pública y debía reportar el robo de mi credencial y resulta que cuando veo el acta que me redactaron colocaron extravío en vez de robo”, denunció quien pidió resguardarse en el anonimato, quien también fue víctima del hampa en Jabillal hace un par de semanas bajo el mismo modus operandi.
–Supongo que como estamos en año electoral, a propósito de no alterar sus estadísticas no lo manejan como robo sino extravío, lo que me llevó a pagar en mi trabajo un nuevo carnet, lo que implica 500 bolívares menos para mí y un memo por la supuesta pérdida del documento de identidad que puede ser utilizado para cometer una fechoría.
Cementerio
Una de las personas que también resultó víctima del hampa fue Juan Palmero, habitante de Jabillal, quien tras ser atracado por los motorizados durante el fin de semana y ver que kilómetros después los motorizados lanzaban objetos al monte, se decidió a caminar por la zona con la esperanza de recuperar al menos su cédula y tarjetas del banco.
–Caminé un par de kilómetros abajo y me metí hacia un matorral. Para mi sorpresa había un cementerio de objetos: juegos de llaves, carteras obviamente sin dinero, cédulas de identidad de diferentes personas, gorras y forros de teléfonos. Afortunadamente estaba mi cartera, pero los cinco mil bolívares que cargaba para depositarle a la mamá de mi chamo me los quitaron.
Ante la reiterativa denuncia, los habitantes de Jabillal exhortan tanto a Polimiranda como Poliguaicaipuro, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) que le metan el ojo a la denuncia y frenen la ola de atracos que tiene viviendo en la zozobra a los vecinos.
“Sé que no van a montar una alcabala, pero al menos que alguien se digne a iluminar la carretera –lo que además contribuiría a disminuir los accidentes de tránsito- para uno tener oportunidad de divisar cuando se acercan los mala conducta”, dijo María Alejandra, quien ahora sufre de estrés post traumático y como muchos venezolanos, se paraliza cuando escucha el motor de un “caballito de hierro”.
Johana Rodríguez – [email protected]/@michellejrl