Sorprenderse en Venezuela es cosa difícil. No entendí a las personas que por las redes sociales y en la calle se mostraban anonadados con la sentencia con la cual la jueza Susana Barreiros, por órdenes mayores, condenó a Leopoldo López a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de cárcel sin una prueba concreta en su contra. Todos estaban claros, desde el principio, que la justicia no existe en Venezuela, por el contrario es un parapeto, una cortina delgada que emula un poder judicial inexistente en un país en el que la constitución no se obedece.
El artículo 254 de la constitución, reza: El Poder Judicial es INDEPENDIENTE y el Tribunal Supremo de Justicia gozará de autonomía funcional (…). Artículo 256 agrega: Con la finalidad de garantizar la imparcialidad y la independencia en el ejercicio de sus funciones, los magistrados o las magistradas, los jueces o las juezas; los fiscales o las fiscales del Ministerio Público; y los defensores públicos o las defensoras públicas, desde la fecha de su nombramiento y hasta su egreso del cargo respectivo, no podrán, salvo el ejercicio del voto, LLEVAR A CABO ACTIVISMO POLÍTICO PARTIDISTA, gremial, sindical o de índole semejante, ni realizar actividades privadas lucrativas incompatibles con su función, ni por sí ni por interpósita persona, ni ejercer ninguna otra función pública a excepción de actividades educativas. Los jueces o las juezas no podrán asociarse entre sí.
La constitución sería clara en cualquier escenario, pero como sucede con el poder electoral y las Fuerzas Armadas, sencillamente es descarada la filiación de cada uno de estos órganos con el gobierno, la violación de una constitución que no es obedecida en ninguna instancia y mucho menos respetada. En este contexto que venimos sufriendo por más de quince años, cuesta de verdad asombrarse ante la condena recibida por López.
Lo cierto es que son muchos los venezolanos quienes se mostraron sorprendidos cuando la mencionada jueza, quién se sabe es afecta al gobierno, dictaminó que este líder político inocente de los crímenes que se le imputan, debe pagar semejante condena por ejercer un derecho constitucional como lo es la protesta y hasta, en un momento dado, la desobediencia civil. El artículo 53 de la Carta Magna, dice: Toda persona tiene el derecho de reunirse, pública o privadamente, sin permiso previo, con fines lícitos y sin armas. Las reuniones en lugares públicos se regirán por la ley. Artículo 350: El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.
¿Qué nos sorprende si los enfermos de cáncer mendigan las medicinas por las redes sociales, en las farmacias y el gobierno ni se inmuta? ¿Qué sorprende si el pueblo languidece en inhumanas colas por alimento y el gobierno no se cansa de mentir e inventar excusas para justificar su ineficiencia y no responde ante el clamor del pueblo? ¿Qué sorprende si la foto de Nicolás es una valla en el Palacio de injusticia? Me sorprendería un acto de humanidad, de sensatez en una cúpula política que acaba de violarle sus derechos humanos a miles de ciudadanos colombianos, muchos, traídos explícitamente por órdenes de Miraflores para ejercer el voto en pasados comicios electorales, tonto útiles en su momento, quienes hoy fueron despojados por el mismo régimen que legitimaron. Me haría respetarlos el escucharlos asumir responsabilidades, las culpas del desastre que se vive en un país que entró en recesión e hiperinflación hace mucho, aunque nadie diga nada.
Leopoldo López simplemente paga su mal cálculo político, su fe en un pueblo manso y menso que no lo apoyó en su momento, en su llamado constitucional a protestar. Pagó estar rodeado de politiqueros y momias como Ramos Allup, entre otros, en la MUD y se quedó solo, esperando la respuesta de una nación que solamente mira de lejos el drama de terceros mientras no los perjudique. Hugo Chávez pagó solo dieciocho meses de prisión tras su fallido golpe de estado contra un gobierno DEMOCRÁTICO y dejando una estela de muertes que el país olvidó, en una nación cuyos poderes eran independientes. Leopoldo López, inocente de las acciones violentas sucedidas posteriormente a su llamado a protesta, es condenado como un criminal a purgar una condena injusta. ¿Muchas de las víctimas de las protestas no fueron blanco de oficiales de la PNB, de la GNB y hasta de los colectivos? ¿Quién mató a Bassil Da Costa y Génesis Carmona, entre otros, documentado con imágenes y videos vueltos virales en la redes? ¿Fue Leopoldo con sus propias manos? ¿O es que Leopoldo es una suerte del Profesor X con poderes telequinéticos?
Si la justicia existiera, si la ética aun dominara las mentes de quienes deben ejercer la ley, Leopoldo López sería libre. Pero en Venezuela es pecado pensar distinto, oponerse y creer que existe algo mejor que el sistema político que nos condena a la miseria diaria. ¿Qué nos sorprende entonces? Todos estamos consientes del contexto que nos toca vivir, todos sabemos que diferir de los enchufados, quienes mantienen al gobierno, es causa de cárcel, no importa si tu corazón esté a la izquierda y tu sangre sea roja rojita. Que lo diga el ex coronel José Martín Raga, preso por criticar el funcionamiento corrupto del agro en Venezuela, liberado y dado de baja según la prensa, y hasta ahora silenciado por completo.
Mientras la pantomima del cierre de la frontera continúa, mientras Nicolás provoca a Colombia buscando un escenario que los favorezca de cara a los venideros comicios electorales, solamente sorprende la pasividad de los venezolanos, la falta de carácter de la oposición, así como de las Fuerzas Armadas quienes miran silentes la destrucción del país. El que esperó algo distinto en el caso López, el que espera transparencia el 6D, sencillamente muestra un grado de inocencia preocupante. Nada sorprende.
Fernando Pinilla