
“Llevamos 15 días sin agua” le dice Natalia a Mariángel, quien en tono jocoso le responde: “ustedes todavía van bien, nosotros llevamos seis semanas”.
La conversación se desarrolla en la comunidad La Estrella de la capital mirandina. La primera reside en el edificio Aldebarán y la segunda en el callejón Bernotti, último donde es frecuente ver pasar camiones cisterna para llenar los tanques de los desesperados vecinos.
“Creo que una de las situaciones más desagradables que se pueden pasar es no contar con el servicio de agua; después de todo no lo llaman vital líquido por nada”, ataja Mariángel Paredes, quien exhibe en su sala más de 20 potes con agua guardada
–Parece que Dios escuchó nuestras súplicas y el viernes en la noche nos colocaron el servicio; la alegría nos duró hasta el sábado, pero al menos tuve tiempo de lavar la ropa, limpiar la casa, llenar varios potes para tener la reserva y se llenaron los dos tanques de la casa, así que podremos pasar tranquilos un par de semanas.
La situación se torna más complicada para quienes viven en apartamentos. “Mi tanque es pequeño y como vivimos en el último piso cuesta para que se llene, así que tengo la casa patas arriba porque tengo cuanto pote conseguí para cargar agua y mantener los baños limpios. Hasta las papeleras las uso para cargar agua”, confesó la primera interlocutora.