Sin rubor, con descaro, el gobierno se ha inventado el peligro de un conflicto internacional. No deja de sorprender que los mandos militares se hayan prestado a una jugada tan burda, tan mal hilvanada
La maniobra militar-policial-parapolicial “Independencia II” es extravagancia confirmatoria de que en las alturas del poder se ha perdido el sentido de la realidad y están actuando con la desesperación característica de los atrapados sin salida.
La justificación oficial es que Venezuela está amenazada por una invasión del imperio norteamericano. En otras palabras, el presidente Obama habría puesto en marcha un doble juego: deshielo progresivo con los hermanos Fidel y Raúl Castro, con visita a La Habana y libertad para ponerse en contacto con la gente, restablecimiento de las relaciones diplomáticas, puertas abiertas a los turistas norteamericanos, concierto de los Rolling Stones, grandes facilidades de intercambio comercial y cultural; y, simultáneamente, preparativos de una invasión armada a Venezuela.
La cúpula oficial venezolana sabe que tal peligro no existe; que ni con Trump en la presidencia -Dios nos salve- se repetiría el caso del general Noriega en Panamá. Sin rubor, con descaro, el gobierno se ha inventado el peligro de un conflicto internacional. No deja de sorprender que los mandos militares se hayan prestado a una jugada tan burda, tan mal hilvanada.
La maniobra “Independencia II” tiene exclusivamente propósitos políticos internos. Apuntalar al gobierno de Maduro, que el pueblo rechaza por haberlo sumergido en la miseria, a costa del enfrentamiento de pueblo contra pueblo. Las maniobras fueron anti manifestaciones, no anti invasión externa. Parecieran estar destinadas a defender a un gobierno, no a la patria.
Para lidiar políticamente con situaciones tan graves, la Constitución Nacional consagró la figura de los referéndums, entre ellos el Revocatorio. Esta es la solución constitucional pacífica, no violenta, planteada por la oposición. Si el pueblo votara mayoritariamente a favor de Maduro, él continuaría al frente del gobierno hasta el final de su período; pero si votara en contra, Maduro saldría del gobierno y en un mes se realizarían elecciones para elegir nuevo presidente, que concluya el período presidencial.
El Revocatorio es la salida pacífica, civilizada, en armonía con el desarrollo institucional del mundo. Si en verdad Maduro fuera un patriota, como él se proclama, ha debido darle luz verde al Revocatorio; y no torpedearlo como hasta ahora, con gravísimo riesgo para la sobrevivencia de Venezuela como país libre y soberano.
Los venezolanos somos testigos de la incondicionalidad ciega de las cuatro (4) rectoras chavistas del Consejo Nacional Electoral (CNE). Todo el catálogo de marramucias, trapisondas, bellaquerías de los suma cum laude en los fraudes electorales puesto en práctica en estos 17 años de gobierno chavista-madurista viene movilizándose para frustrar el Referendo Revocatorio. Van a fracasar. El pueblo lo impondrá.
El Revocatorio marcará el inicio de un período de tensión política. El nuevo gobierno recibirá un país en crisis, arruinado, hambriento, enfermo. Sería temerario que un solo líder, que un solo partido, pretendiese monopolizar el poder. Sería conveniente inspirarse en el Pacto de Puntofijo para encontrar una fórmula de gobierno plural que inicie el proceso de transición política hacia la democracia.
Estas visualizaciones tienen un punto débil: la incógnita militar. Hay que despejar la duda de si Maduro es un títere de los militares y se mantiene donde está por el apoyo que ellos le dan. Como inevitablemente será derrotado con el Revocatorio, estaría por verse si los militares respetan la voluntad popular. A todo evento, los venezolanos debemos permanecer alertas.
Octavio Lepage
analítica.com
