
Descalabrado. Así está el presupuesto del venezolano debido a los gastos que se adicionan cada día. “Los alimentos se compran en el mercado negro, lo que multiplica hasta por 100 los costos de los productos regulados, y con los cortes programados de agua, el alquiler de camiones cisterna se ha convertido en otro gasto fijo”.
El relato corresponde a Mirna González, residente de Colinas de Carrizal, donde llega el agua una vez por semana. “Teníamos fe en que la situación mejoraría con la llegada de las lluvias hace algunas semanas, pero resultó ser solo un preámbulo y por ende arrecian las medidas de racionamiento, haciendo cuesta arriba tareas tan cotidianas como lavar la ropa y preparar los alimentos”, se quejó.
La situación se repite en otros hogares altomirandinos donde notan con preocupación cómo el alquiler de cisternas ha aumentado significativamente en menos de un año. “El año pasado empezamos pagando 1.500 bolívares, monto que para diciembre se ubicaba en 8.000 y que ya remonta hasta 20.000. De paso, hay compañías que limitan la prestación del servicio en zonas que presenten vías muy empinadas o con irregularidades en el asfalto para evitar los estragos en los carros por el harto conocido tema de escasez de repuestos”, dijo Fernando Requena, habitante de Guaremal.
–El plan de abastecimiento aplicado por la alcaldía de Guaicaipuro funcionaba muy bien, pero luego del anuncio de reducción de la jornada laboral para ahorrar luz, el funcionamiento se ha visto limitado. Los trabajadores están hasta el martes, pero uno no puede dejar de hacer sus cosas y el agua es vital para cualquier labor hogareña.
Mientras se reduce la prestación del servicio, los cortes programados aumentan. “En la urbanización Simón Bolívar jamás faltaba el agua; desde el año pasado comenzaron los problemas. En principio la cortaban solo unas horas, luego escogieron el domingo para quitar el servicio y ahora suma todo el fin de semana”, dijo Abraham Arismendi, residente afectado.
–Uno trata de almacenar lo más que se pueda en envases plásticos, pero la mayoría se utiliza tratando de mantener limpios los baños (…) Preparar alimentos es caótico porque con la escasez de rubros básicos uno se refugia más en los vegetales, los cuales deben ser lavados con sumo cuidado, pero con esta situación uno de broma pasa una agüita como por no dejar.

La otra cara
Las caras que trabajan detrás de los volantes de las cisternas argumentan que los ajustes en los precios del servicio están lejos de ser arbitrarios y obedecen a los aumentos constantes de los repuestos automotores.
“Un caucho puede salir hasta en 200 mil bolívares en el mercado negro”, dijo un chofer que solicitó el anonimato, quien señaló que el mantenimiento de una unidad está por encima de los 500 mil al mes.
–No todos los días uno cambia el caucho, con la rosca que le damos tienen una vida útil promedio de seis u ocho meses, pero conseguir el aceite de motor, el refrigerante y los filtros es titánico; tanto que uno termina cayendo en las manos de los revendedores que no creen en nadie a la hora de fijar el precio que mejor les convenga.
Los revendedores también justifican su accionar. “En un país donde un producto hoy te cuesta 100 y mañana 300 bolívares, es difícil hacer presupuesto. No se pueden hacer proyecciones porque nadie sabe cuánto costará lo poco que llegue al mercado”, explicó Julián Montenegro, quien tras quedar desempleado a mediados de 2015 comenzó a bachaquear alimentos, oficio que ha ampliado.
“Comencé haciendo colas en mercados y me pagaban por guardar el cupo; luego hice un grupo de clientes a quienes les iba vendiendo (…) En este mundo uno va haciendo conexiones y terminé vinculándome con la parte automotriz; empecé con baterías, las vendían en 17 mil bolívares, yo las ofrecía en 50 mil y me las arrancaban de las manos, así que he diversificado el negocio que bastantes trabas tiene. No toda la ganancia va a mi bolsillo: necesito mojar otras manos y allí se justifica el sobreprecio. Mientras los profesionales cobran por su conocimiento, yo cobro por mis habilidades para acceder a mercancía”, dijo el residente de El Nacional.
Trípodes, cables de bujía, cauchos y baterías figuran entre los productos que ofrece el entrevistado, quien sin tajo de vergüenza defiende su nuevo oficio. “No estoy robando; tengo que hacer maromas, colas y ruegos para conseguir estos artículos, así que cobro como Dios manda; además, nadie me garantiza el precio cuándo me toque reponer mi inventario”.gf
Johana Rodrí[email protected]/@michellejrl