Mucho se ha pretendido criminalizar la crítica, señalando a quienes la ejercen de «quintas columnas», pero la verdad empieza a emerger sin dejar duda alguna que los divisionistas no sólo estaban adentro dándose golpes de pecho, sino que además asumieron el poder
El 1º de septiembre hoy significa un momento de inflexión crucial en las verdaderas divisiones del gobierno. El que una importante cantidad de venezolanos, más allá de su auto identificación partidista o ideológica, salieran a pedirle a Maduro que se someta democráticamente al Referendo Revocatorio del gobierno, sin duda no tiene referencia previa. En ese sentido mucho se ha pretendido criminalizar la crítica, señalando a quienes la ejercen de «quintas columnas», pero la verdad empieza a emerger sin dejar duda alguna que los divisionistas no solo estaban adentro dándose golpes de pecho, sino que además asumieron el poder en nombre de la «unidad, lucha, batalla y victoria», con el único fin de acabar con el único chavismo sincero, el de base, el que pedía rectificaciones pero confiaba, y que hoy no confía y ya no pide, sino que se prepara para rectificar por su propia mano.
En específico hablo de las reuniones con el Secretario de Estados de los Estados Unidos de América John Kerry con el presidente Maduro, la anterior reunión de Thomas Shannon consejero del Departamento de Estado, acontecidas después de iniciarse el denominado caso de los «narcosobrinos». Si un crítico asiste a un foro a debatir con alguien de la MUD es traición a la revolución y a la patria, pero reunirse con Kerry y Shannon y no decir cuál fue la agenda y los acuerdos es profundamente revolucionario.
Mientras todo esto pasa, el gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, recientemente señalado en los pasillos del gobierno como alguien que parecía pasarse a la oposición, hoy se convierte en el vocero oficial de la candidatura de Diosdado Cabello, primer vicepresidente del Psuv, y el hasta ahora número dos en el poder, de los autodenominados «hijos de Chávez». Esto de inmediato tuvo la respuesta abrupta de otro de los autodenominados «hijos de Chávez», Elías Jaua, que lanzó la candidatura de Nicolás Maduro para el 2019, aunque ni siquiera se sabe si llegará a terminar su período, y mientras tanto un protegido de Diosdado Cabello, Wilmer Ruperti, devela al WSJ que es él quien paga los abogados de los denominados «narcosobrinos».
¿Cuál es el metamensaje de Ameliach, Jaua y Ruperti en todo este juego? Todos podríamos tener una versión distinta, pero la verdad es que existen motivos que todos desconocemos, y que sólo la historia irá mostrando.
Mientras, otros están a la caza de la vicepresidencia, o directo a la presidencia, nombres que en pocos días se estarán haciendo públicos, pero que no significan nada nuevo para una mayoría harta de más de lo mismo.
Si a todo esto le sumamos el secuestro del sistema electoral, la imposibilidad de registrar nuevas alternativas políticas, y el manejo burdo de un Referendo Revocatorio que hasta ahora solo sirve para las cúpulas, en función de negociar como se reparten el botín sin tener que llegar a elecciones, estamos ante una cama de «alacranes», no para Maduro, sino para que el chavismo desaparezca como «polvo cósmico y arena de playa» (Allup mediante).
Nícmer Evans
aporrea.org
