La denuncia de la profanación de al menos medio centenar de tumbas en el cementerio municipal de Los Teques, realizada por un grupo de deudos, generó este jueves una ola de visitas al camposanto y el incremento de denuncias similares.
“Tenía años sin venir, leí en el periódico lo que estaba ocurriendo y al llegar encontré la tumba de papá fracturada”, narró la mañana de ayer Enrique Pérez, mientras esperaba en la entrada de la necrópolis ser atendido por alguna autoridad.
Ante la falta de información oficial, los residentes del sector calculan que al menos el 50 % de las tumbas del cementerio han sido violadas. Las razones son varias: sacar las joyas y pertenencias valiosas de las más antiguas, robar fémures y cráneos para ritos o comercializar las osamentas en el lucrativo negocio de las creencias paganas. Algunas mafias, ya identificadas, operan en los predios cuando cae la tarde.
En total, se calcula que en el terreno reposan unos 25 mil difuntos, muchos restos pertenecen a reconocidas figuras de la historia tequeña como los de Pedro Russo Ferrer. “Todos los candados de los pocos mausoleos y criptas están rotos, es imposible decir a ciencia cierta cuantos cadáveres han sido sacados de sus tumbas”, reseñó uno de los vendedores de flores.
El negocio
Vender cráneos humanos no es el único negocio lucrativo que se estaría dando en las adyacencias del camposanto tequeño, abrir tumbas abandonadas para sacar los cuerpos y revender “el hueco” es otra de las practicas que denuncian en la zona.
“Esto no ocurriría si hubiese vigilancia las 24 horas, al caer la noche esto es una boca de lobo y lo que se escucha son los martillazos y golpes que dan los profanadores”, agregó uno de los vecinos.
Asegura que anteriormente los delincuentes debían saltar el muro que “protege” el cementerio, pero en la actualidad acceder es fácil pues en muchos tramos la pared ya no existe. “Ese cementerio está colapsado, ya no cabe un muerto más, debe ser cerrado y las autoridades deben construir otro lejos de la ciudad”.
Una imagen aérea tomada con un dron por La Región muestras como la necrópolis está prácticamente enclavada en el medio de urbanizaciones y barrios. En la calle Páez, zona que colinda con el municipal, se quejan de los malos olores que provienen de la zona así como de la presencia de sujetos al caer la noche.
“Lastimosamente, ante la falta de autoridad, el camposanto es en la actualidad refugio de delincuentes y profanadores, roban las casas cercanas o a los peatones y corren y se refugian entre las tumbas”, narró Enrique García, vecino de la calle Falcón.
Creencia ajena
Leonel Vargas, presidente de la Fundación Amigos Tequeños, aseguró que la profanación de tumbas para extraer cráneos es una actividad relativamente nueva en el país traída por los cubanos.
“Eso –decapitar cadáveres- no forma parte de nuestras costumbres, religión o fe, lamentablemente fue importada por la revolución, los llamados paleros se reprodujeron tras la llegada de Chávez al poder”.
Vargas recordó que el actual cementerio data del siglo 19; “el primer camposanto de la ciudad estaba ubicado donde actualmente se encuentran las residencias Miraflores, posteriormente el primer cura párroco, Manuel Fernández Feo (1970), lo mudó a un costado de la catedral –actual bulevar Vargas- y fue posteriormente que se ubicó al comienzo de la calle Falcón”.
Explicó que para aquel entonces era una zona despoblada, “la gente vivía en lo que hoy conocemos como el sector El Pueblo (calle Guaicaipuro), la población creció mucho y hoy vemos como esa necrópolis quedó rodeada por la ciudad”, dijo.
Daniel Murolo – [email protected] / @dmurolo