Ella me miró, miles de sonidos inundaron el ambiente, era música, el estruendo se volvió mágico, un hada, un ángel, todo estaba en sus manos y su suave rostro, la acompañé a su casa y juntos aprendimos unas canciones muy jocosas, estaría con ella por siempre.
Su madre estaba muy enferma, aún eso no se me ha olvidado, a pesar de que me he sentido débil y algo triste todas las reminiscencias de ella siempre me acompañan, su padre hace mucho que se fue a París y no ha regresado, los gritos y juegos aunque fueran en sillas de ruedas estaban presentes en las muecas y chistes de la joven madre de la casa.
Daría muchas cosas por conocer a su madre, esa Dama elegante que con batas y sandalias desgastadas podía superar en belleza a un montón de reinas y a cualquier princesa, así la describía con lágrimas en los ojos, ella ya no quería continuar, tanta tristeza se contagiaba y dejaba sin argumentos las palabras de ánimo que le proponía.
Poco a poco empiezo a sentir como se acerca mi final, aunque ha tardado un poco, la Muerte al parecer se le atoró su túnica blanca en algún lugar, o solo se quedó admirando las fosforescentes mariposas que viven en su casa. Su arma es una dulce copa, ̈Brindemos por la vida ̈ seguro dice cuando te encuentra y te ofrece el trago mortal.
Ella ya ha llorado, la amo mucho y sé que no estaremos juntos de ninguna manera, la he apoyado, alegrado en muchas ocasiones, y esta jaula, que no sé si es real o solo un invento de mi imaginación, me encierra para abrazarla, pero ya no importa, ríe con las cosquillas de su hermana, están bien.
Delicioso, el sabor de la copa es dulce, ninguna fruta puede compararse con este deleite, me alegra saber que la animé y protegí por mucho tiempo, mis alas ya están muy viejas y mis plumas han perdido un poco de sus tonos amarillentos, como extrañaré que acaricie mi pico y se dirija a mi como su loro preferido, pero ella está bien, ahora puedo ir a París, y cantar y esperar con sus padres a que ella
llegue…
Simon R