El caos económico y la hiperinflación están produciendo la brusca aceleración de la dolarización en Venezuela. La circunstancia ya no es circunstancial y ha penetrado los filamentos de la economía. En el país ya se cobran habitualmente en divisa estadounidense las consultas médicas y odontológicas privadas, los seguros, los servicios turísticos, los electrodomésticos y las cocinas, los inmuebles, las cuentas del restaurante, la educación privada. Incluso las actividades comerciales menores, como las visitas a la peluquería, las compras en el mercado y los traslados en trasporte. En muchos casos, la ventas se ofrecen en dólares “o en bolívares, de acuerdo a la tasa oficial del día”.
La dolarización de la economía venezolana divide al país en dos tipos de ciudadanos: los que tienen dólares y los que no los tienen. Los primeros sobreviven, los segundos malviven. El salario mínimo en la Venezuela de Nicolás Maduro es uno de los más bajos de América: 7,5 dólares al mes. La tasa anual de inflación hasta lo que va de 2019, es, según los cálculos más conservadores, de 1.500%. Las personas que cobran remuneraciones únicamente en bolívares tienen que depender de los subsidios oficiales.