Por: David Uzcátegui
Confusión, polémica y opiniones encontradas han causado las recientes decisiones del gobierno estadounidense a propósito de la ola de migrantes venezolanos. Las nuevas órdenes administrativas en la nación del norte a propósito de nuestros compatriotas que intentan alcanzar esas tierras, han cambiado de manera inesperada.
Y es que, para agosto de este año, el número de compatriotas que intentaron cruzar la frontera desde México fue mayor que el de guatemaltecos y hondureños. Solamente lo superaron los mexicanos.
Hasta entonces, la mayoría de los venezolanos que habían cruzado sin visa la frontera sur no habían sido deportados, sino temporalmente liberados para que enfrentaran el proceso de deportación ante la corte, donde tenían la opción de solicitar asilo.
Esto había alimentado las ilusiones de esa enorme cantidad de conciudadanos que sentían la urgente necesidad de emprender un rumbo hacia una mejor vida y que, sin mayores medios para lograrlo, arriesgaban su vida en una travesía por Centroamérica y la tristemente célebre selva del Darién, con su llamado “Tapón”, que ha cobrado un número no determinado de vidas.
En un giro inesperado, EE.UU. anunció a través de su Departamento de Seguridad Nacional que iba a apelar al llamado Título 42, una medida establecida por el gobierno anterior, para regresar a México a los compatriotas que cruzaran sin permiso la frontera. Esto se implementó gracias un acuerdo previamente establecido con el Gobierno de Andrés López Obrador.
Las noticias han conmovido a quienes han sido tocados por todo este drama, incluso a grupos de nacionales que fueron devueltos a tierra mexicana y que alegan haber arribado a suelo estadounidense antes de que la medida entrara en vigor.
Paralelamente, se anunció un nuevo programa para recibir de manera legal y segura hasta a 24 mil venezolanos. Es una medida similar a la aplicada para Ucrania y establece que la solicitud de migración debe realizarse vía internet.
De ser autorizado, el ciudadano venezolano podría ingresar a Estados Unidos solo por vía aérea y trabajar en ese país hasta por dos años. Luego, tendría la opción de optar a otro estatus migratorio. Esta propuesta requiere que el solicitante cuente con un patrocinante en aquella nación.
Por supuesto, esto ha hecho que una lluvia de críticas caiga sobre la nación norteamericana, la cual estaría dando la espalda a los venezolanos a los ojos de algunos.
Sin embargo, la situación es bastante más compleja y requiere un detenido análisis con sangre fría.
Estados Unidos ha sido siempre un gran receptor de inmigrantes y ese país se ha construido con este capital humano como su médula. Aquella tierra ha recibido a las víctimas de incontables adversidades históricas, como las Segunda Guerra Mundial, y los ha integrado a su sociedad sin mezquindad alguna.
Sin embargo, en tiempos recientes el asunto migratorio los ha desbordado. No solamente los venezolanos, con una situación en la que no abundaremos por conocida, sino centroamericanos, mexicanos y ahora se suman los provenientes de otras naciones suramericanas e incluso los ucranianos y afganos, entre otros.
El asunto ha detonado tensiones, mientras Washington y el mundo están bajo la presión del conflicto entre Rusia y Ucrania, que mantiene al mundo incluso a la expectativa de un hipotético conflicto nuclear.
La post-pandemia, conjuntamente con este escenario bélico, crean un terreno movedizo, en el cual destacan una inflación inquietante a nivel mundial, así como incertidumbre en el suministro de combustibles.
Los escenarios internacionales son adversos en todo sentido, y al final del día, cada nación es soberana para tomar sus decisiones con el fin de proteger a los suyos.
Aunque la decisión de devolver a venezolanos de la frontera suroeste sea un trago amargo y doloroso, no queda otra que aceptarlo. Y creemos más bien que hay que agradecer a un país que ha entendido y ha hecho mucho, dentro de lo que está en sus manos, por meter el hombro a favor de nosotros.
La colonia venezolana en el país norteño ya ronda el medio millón de personas. A muchos se les ha concedido asilo, recientemente se aprobó para nuestra nacionalidad el llamado Estado de Protección Temporal o TPS por sus siglas e inglés y adicionalmente, tendremos ahora la vía del patrocinio.
Pero lo más importante, lo que no podemos perder de vista es que, más allá del alivio que nos pueda brindar cualquier otro país en estos terribles tiempos, debemos ver más allá del anhelado sueño americano, y enfocarnos en un sueño venezolano.
Que nuestro país vuelva a ser seguro y próspero. Que nadie se quiera ir, que todos quieran volver, que nuevamente sea la meca para los migrantes que buscan un mejor futuro, como alguna vez lo fue. Que nunca más nadie más necesite irse.