Juan Uslar Gathmann
El nuevo gabinete fue anunciado el domingo pasado; con él se aclaran ciertas dudas y se crean otras pues, si bien el presidente es el mismo que estuvo encargado desde el 8 de diciembre y tuvo suficiente tiempo para observar el equipo y las verdaderas cifras del Gobierno desde una perspectiva de jefe y no de simple miembro, ahora puede tomar decisiones ya que ha sido juramentado como Presidente en ejercicio. O sea que tiene el conocimiento y tiene el poder investido en él.
El tema que hace bulto es que uno de sus temas de campaña, como era el burocratismo, no solo no disminuye con este anuncio sino que aumenta. Y lo otro que surge con fuerza es que no parece haber conciencia del gigantesco déficit fiscal que tenemos. En cuanto al primer punto, que está ligado estrechamente con el segundo, a lo largo de estos últimos catorce años el número de ministerios y organismos de la administración central se han multiplicado y, además, también lo han hecho las empresas estatales.
Con estos, la burocracia se ha extendido y el Estado en general ha aumentado su nómina a niveles preocupantes y es de hecho, junto con la economía informal, quien crea empleos en Venezuela. Todo esto (al igual que las misiones) comenzó financiándose con el provento de la explotación petrolera y con los ingresos por impuestos; sin embargo como estos gastos han crecido a una velocidad mucho mayor que los ingresos, hemos llegado a tener literalmente que imprimir billetes para continuar con este estado de cosas en el que cada vez más gente deja de producir para arrimarse al Estado. En otras palabras que se ha elegido no hablarle claro a la gente sino huir hacia adelante.
Muchos analistas reciben con beneplácito que la cartera de Finanzas recaiga en el Dr. Nelson Merentes, y es ciertamente una buena señal. Sin embargo, el problema ahora no es simplemente cómo flexibilizar el entuerto cambiario, como si fuera un tema aislado, si no hacer esto en un entorno de disciplina fiscal y de apoyo decidido a la producción nacional, pues de lo contrario la huida de capitales va a ser peor, si cabe, ante el colapso económico que el referido anuncio deja prever. En efecto, el momento es el de elegir cuáles ministerios, misiones y empresas estatales son imprescindibles y financiables con los ingresos reales del gobierno, cosa que hasta Cuba ha comenzado a hacer con gran dolor. No es liberalismo, es simple realismo; y no del mágico.