Los perjudicados seremos los venezolanos. Nada ganaremos con estar asegurados…
José Toro Hardy
En un afán por destruir todo lo que funciona, el gobierno se empeñan en acabar con la medicina privada en Venezuela en lugar de dedicar sus esfuerzos a mejorar la medicina pública.
El nuevo ataque adopta la forma de un «baremo» o lista de precios máximos publicados en la Gaceta Oficial, regulando los servicios de clínicas privadas.
Nada puede resultar más caro que el que no exista un servicio médico en el momento en que se necesita. Cada vez que el gobierno trata de controlar algún precio termina por generar escasez y, en este caso, eso puede costar vidas.
La salud privada en Venezuela ha alcanzado niveles de primer mundo. Me consta que en Venezuela la práctica médica nada tiene que envidiarle a EEUU. Soy testigo de excepción de los resultados que logran médicos venezolanos que gracias a su esfuerzo y capacidad alcanzaron niveles de excelencia, como casos que conozco que han llegado a ser PhD en Harvard y Post PhD en Yale.
He visto pacientes que antes hubieran estado condenados y que de la mano de sus doctores recuperan la vida y el optimismo. Y también he visto a esos mismos médicos que después de trabajar 12 horas diarias, son capaces de trasladarse un fin de semana a atender emergencias de un paciente en su hogar.
Me pregunto ¿en qué otra parte del mundo ocurre eso? En EEUU la medicina es extraordinaria pero la calidad humana de nuestros médicos es muy superior. También he sido testigo del interés y la eficiencia que le dedican las enfermeras a pacientes en dificultades. Basta con visitar algún servicio privado de quimioterapia para constatarlo.
Soy testigo de excepción de operaciones dentro del sancta santorum del cuerpo humano: el cerebro. Intervenciones en quirófanos de un futuro que ya llegó al país, donde no hay heridas, ni bisturíes, ni anestesias, ni dolores.
Médicos que intervienen al paciente mediante radiocirugía, sin abrir el cráneo y en forma ambulatoria. Utilizan un sistema sofisticado para localizar lesiones dentro del cerebro u otros órganos y logran la ablación de las mismas con un haz de radiación que se concentra sólo en las células dañadas afectando poco los tejidos vecinos.
¿Y qué siente el paciente mientras todo ello ocurre? ¡Nada! Está despierto y consciente; no ha sido anestesiado. Termina la intervención algunos minutos después y se pone de pie por sus propios medios. No tiene secuelas, ni siquiera un dolor de cabeza. Se levanta caminando y se va a su casa sintiéndose bien.
¿Sabe Ud. dónde se encuentra ese paciente? No, no es en Houston ni Boston ni NY, está en Caracas.
He visto también las cirugías practicadas con robots que amplían 40 veces el campo de visión del cirujano y laparoscopias, muy poco invasivas, que evitan al máximo los dolores postoperatorios.
¿Son caros esos procedimientos? Sin duda lo son. Requieren de profesionales con altísima formación y de equipos ultramodernos cuyo valor es astronómico. Sin embargo soy igualmente testigo de excepción de que el costo de esas intervención en Venezuela no llega ni al 20% de lo que costarían en EEUU.
Muchos dirán que son pocos los que tienen acceso a la medicina privada. Eso no es del todo cierto. Para el 2011 ya había 3.300.000 empleados públicos asegurados con pólizas colectivas. Si la familia promedio venezolana tiene cuatro integrantes, eso significa que más de 13.250.000 ciudadanos son atendidos por la medicina privada, sin contar a millones de compatriotas y sus familiares que disponen de pólizas HCM colectivas, porque las empresas privadas para las que trabajan los aseguran o porque ellos mismos lo han hecho.
Pero el gobierno, como siempre, está tratando de dividir. Introduce una cuña entre clínicas y de seguros. Algunas aseguradoras cree que ganarán más si pagan menos por los siniestros de sus asegurados. El problema es que los precios fijados por el gobierno no alcanzan para cubrir el costo de muchos servicios y se corre el riesgo de que nadie los preste.
Los perjudicados seremos los venezolanos. Nada ganaremos con estar asegurados si la calidad de los servicios médicos privados se deteriora o desaparece.
Ciertamente en Venezuela hay un problema de salud. Pero ese problema se centra en la medicina pública. Ahí es donde debe actuar el gobierno. No se trata de igualar a todos por debajo, sino de mejorar a los que están abajo.
«Primum non nocere» dice el Juramento Hipocrático de los médicos (ante todo no dañar). Ojalá que la ministro, que es médico, lo recuerde.