Se hace inminente un ataque de Estados Unidos y sus lacayos al territorio sirio. Después de dos años y medio de apoyar a los grupos terroristas de la oposición, de atacar sistemáticamente a su gobierno y de fomentar un clima de violencia en contra de la su soberanía de Siria, la Casa Blanca se dispone a intervenir de manera directa en Siria.
Miles de civiles asesinados, otros tantos desplazados y la desintegración de núcleos familiares no han bastado para detener el inmenso genocidio que promueve el imperialismo.
El guión que hoy se utiliza no ha variado. Libia, Irak y otras naciones fueron sometidas a una agresión terrible con los mismos argumentos. La miserable actuación de Obama y sus cómplices capitalistas busca el despojo de las riquezas naturales de los pueblos del mundo y para ello, nada los detiene. Poco importan las masacres de mujeres, ancianos y niños; el terrible eufemismo que utilizan para referirse a ellos preconiza la inmoralidad que subyace en su conciencia fascista. “Daños colaterales”, representa la destrucción y muerte de millones de seres humanos.
No dudamos que tras los ataques con armas químicas en Damasco está la oposición siria y por extensión quienes le proveen de armamentos. La excusa esgrimida por el gobierno norteamericano, es sólo la señal que esperaba para iniciar la agresión directa. No extraña que países aliados al capitalismo se pronuncien en contra del gobierno de Siria sin esperar los resultados de las investigaciones que adelantan los inspectores enviados por la ONU; sabemos que se pliegan a las exigencias imperialistas y su servilismo se traduce en solidaridad inmediata para quedarse con las migajas que les deja el imperio.
EEUU se propone acabar con el estado sirio. La guerra civil que ha desatado propicia la división del mundo árabe y musulmán. Apoderarse de las riquezas para ejercer la hegemonía capitalista es su ambición. Los pueblos de la tierra están obligados moralmente a oponerse al terrorismo aplicado por Washington. Es indispensable luchar por la autodeterminación de los pueblos.
José Gregorio González Márquez / [email protected]