El diario británico ‘The Guardian’ revela que la NSA intervino 200 números de teléfono de jefes de Estado y de Gobierno
«¿Cuál es el teléfono de Europa?». La maliciosa pregunta del exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger resume estupendamente la actitud de Washington ante la complejidad del proyecto europeo. Al final, EEUU parece haber dado con el número: La sospecha de que los servicios de inteligencia de EE UU llevan años espiando el móvil de la canciller Angela Merkel irrumpió ayer en la enésima cumbre del euro, e hizo saltar por los aires una agenda cargada de temas tan crudos como fundamentales para la UE (telecomunicaciones, unión bancaria e inmigración), al conocerse que la querencia norteamericana por el control de datos llega hasta el mismísimo teléfono de la canciller alemana. Pero Merkel no es ni mucho menos la única. El escándalo sigue agigantándose: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE UU supervisó las conversaciones telefónicas de 35 líderes mundiales, según reveló ayer el diario británico The Guardian basándose en un documento secreto que asegura que un alto funcionario entregó dichos números a la agencia.
Un memorando confidencial revela que la NSA fomenta que los funcionarios de mayor rango de toda la Administración, incluida la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, compartan sus agendas para que la agencia pueda monitorizar los números de teléfono de los líderes extranjeros con sus sistemas de vigilancia. El documento señala que un funcionario estadounidense no identificado entregó más de 200 números, incluidos los de los 35 líderes.
La dimensión alcanzada por el escándalo probablemente sea la llamada de atención definitiva para convencer a los países más titubeantes (con Alemania a la cabeza hasta hace dos días) de que este es un asunto europeo, explicaron fuentes diplomáticas, en el que merece la pena meterse a fondo. El debate tiene varias aristas interesantes. La principal, las explicaciones que se deben exigir a EE UU, hasta ahora muy reticente a rendir cuentas. Ahí lo fundamental es la fuerza de cada país contra Washington: Europa no tiene competencias sobre cuestiones de seguridad nacional e inteligencia. Por eso Washington solo admite como interlocutores válidos a los Estados, lo que debilita la posición europea.
Otra cosa será que estos episodios fuercen la negociación en el Consejo sobre una norma europea de protección de datos, que lleva meses estancada. Contar con un marco más garantista que el actual (y adaptado a Internet) favorecería a los europeos, pero tampoco es la panacea y, en la práctica, no puede evitar este tipo de intromisiones alegales, según las fuentes consultadas.
Al cierre de esta edición, la catarata de declaraciones era lo único tangible en la cumbre de Bruselas. Todas ellas en condicional: condena a EE UU si es que efectivamente ha espiado a Merkel, a Francia o a cualquiera de los demás. “Si hubiera algo parecido a unidad europea, lo mínimo sería una declaración conjunta de denuncia”, explicaba una fuente del Consejo. Pero los hubiera, aun siendo fascinantes, no importan.
Agencias