Las tensiones que han surgido entre Estados Unidos y Venezuela deben ser consideradas como algo serio y relevante, puesto que son el corolario de hechos y reacciones para nada fortuitas. En los recientes eventos se han puesto de manifiesto nuevamente las estrategias que guían el pulso que existes entre los dos países desde que Venezuela decidiera distanciarse del dispositivo geopolítico estadounidense. No se trata de inexperiencia de Washington, ni de potes de humo de Caracas.
Los hechos que antecedieron la expulsión de la encargada de negocios son los siguientes: prohibición de transito por el espacio aéreo de Puerto Rico del avión que llevaba a Nicolás Maduro a China; negativa de darle las visas para la asamblea de la ONU a dos importantes miembros de la delegación venezolana, entre ellos al ministro Wilmer Barrientos. Estos eventos puntuales se superponen a la actividad rutinaria de la delegación de ese país dirigida a apoyar factores políticos y promover iniciativas destinadas a llevar a Venezuela a reintegrarse al área de influencia de Estados Unidos. Si había dudas al respecto, bastaría con observar la actitud beligerante, propia de una activista, asumida por la funcionaria Kelly Keiderling.
Con el inicio de la gestión presidencial de Maduro se tomaron decisiones destinadas a disminuir la tirantez de las relaciones. Del lado venezolano, señalado de utilizar un discurso altisonante, se designó un nuevo representante, Calixto Ortega, de verbo moderado. Se esperaba que del lado estadounidense se designara un funcionario menos comprometido con políticas extremas. Pero no ocurrió así, tal vez porque en el seno de los diferentes organismos de la administración pública de ese país tienen mucha influencia los grupos radicales, que se oponen a los pasos de apertura dados por el Secretario de Estado, John F. Kerry, quien había anunciado su intención de “encontrar nuevos caminos hacia adelante”. Como suele ocurrir, hay varias líneas de mando. ¿Qué funcionario de aeronáutica prohibió el vuelo sin consultar arriba? ¿Quién dio la contraorden? ¿Quién negó las visas?
En este marco, la decisión de Venezuela de expulsar a los tres funcionarios norteamericanos no puede ser valorada como una maniobra de distracción sino como la reiteración de una orientación política que, erradamente, se pensaba sería abandonada por Nicolás Maduro. Del lado estadounidense, envuelto en gravísimos problemas internos, no se sabe cuál será la reacción definitiva. Pero todo hace pensar que continuarán las marchas y contramarchas, según la capacidad de presión de los distintos sectores de su élite gobernante.