Cuándo se acaben los televisores, las planchas, las neveras, las licuadoras ¿qué pasará? Es una vergüenza lo que ha pasado los últimos 15 años en el país; pero aún más, lo sucedido los últimos días. Que un presidente ordene un saqueo ilegal y violento disfrazado de “saqueo legal”, es sencillamente tocar fondo.
Los oficialistas dirán que defender a quienes especular y crean la zozobra en el país con una “ficticia” inflación, es demostrar que los opositores (derecha parasitaria), somos apátridas. La realidad es distinta. El tema de la especulación tiene más aristas que acusar únicamente a los comercios de hacer lo que quieren con los precios. Ciertamente en el país, y lo he venido denunciando, se hace lo que se quiera. Esto sucede porque no hay ley. Porque aquellos en quienes debemos encontrar orden, legalidad y transparencia, son como los padres alcohólicos, drogadictos y ladrones, que al ver al hijo siguiendo sus pasos quieren sermonear sin moral ni autoridad alguna. Aunque hoy se hable de una cruzada contra la corrupción, no son creíbles dichas acciones, puesto que la mayoría de los miembros de la plana mayor gubernamental, en ninguna de sus gestiones han arrojado un resultado que justifique los presupuestos asignados, de los cuales no queda sino los números. Los casos de miembros oficialistas relacionados con escándalos son numerosos y notorios, pero sin un poder judicial sin coloración política, lo único que se investiga es a la oposición.
Hay varias preguntas en el aire que pareciera (o nos hacen creer) no se formulan en el gobierno. ¿Nicolás está seguro que todos los comercios con precios altos, son especuladores? ¿Sabe él a ciencia cierta si todos han comprado sus mercancías con dólar CADIVI, el cual se asigna sólo a algunos elegidos, y no con el negado e inexistente (cuando les conviene) dólar paralelo? No todos los comercios que hoy son saqueados por pirañas, por ladrones de todos los bandos, son realmente importadores y el ejecutivo lo sabe. Muchos son realmente distribuidores que deben comprar a otros más arriba en las cadenas que se han dado por la permisividad de un gobierno que en 15 años no ha fiscalizado y por el contrario ha dado rienda suelta a mercados alternativos con su nefasto control cambiario. La ambigüedad de la moneda americana que se cotiza con un precio en CADIVI, otros en las subastas y en varios distintos en el mercado paralelo, sencillamente propician un desconcierto total sobre los precios reales de los productos que, al ser comparados con los que tienen en sus lugares de orígenes, resultan exorbitantes.
¿Qué sucede en las aduanas manejadas por el gobierno donde las mafias hacen lo que quieren? Nadie habla de eso ¿Quiénes otorgan los dólares? ¿Cómo no saben cuáles son empresas de maletín y quienes deben sufrir un calvario para traer productos sin dólares a precio oficial? Las preguntas sobran, pero las respuestas faltan. El país sencillamente desconoce la verdad y simplemente mira impávido como perdemos nuestro orden constitucional, una vez más. Que un gobierno instigue a delinquir, es apartarnos de la democracia y caminar por sendas de anarquía, como las que se vivieron en Cuba tras llegada de la revolución. De aquellos días de tomar lo ajeno no quedó nada, porque finalmente eran medidas hechas a base de populismo. Acá, de la cadena Éxito no quedó sino un mercado cuyo nombre no tiene sentido (Bicentenario) y en cuyos pasillos se vive bajo la mirada de un régimen que obliga a pedir cita para comprar un electrodoméstico, y en el que la comida está dispuesta para la barbarie.
Nicolás arenga a las cámaras y mueve las manos como el difunto, pero sin la elocuencia de éste para atrapar a las masas presas de la ignorancia y del odio sembrado. Su discurso es pobre, él lo sabe y su entorno también, quienes lo miran con cansancio, hastío, y con la esperanza de que su disertación débil y falta de coherencia logre mantenerles en el poder. Sólo le ha quedado recurrir a la fórmula que ya le dio en el pasado éxitos al difunto. Enviar a las masas a destruir lo que otros han construido; como el caso de La Carolina, hacienda de Diego Arria, hoy en estado de abandono, así como las tierras expropiadas y tomadas por el INTI. Esa es la única manera de salvaguardar su hegemonía. Los culpables siempre son otros, pero jamás los que llevan las riendas del país.
A un mes de unas elecciones que, como siempre, llegan con la incertidumbre de un árbitro oficialista y de candidatos débiles en ambos lados, pero finalmente fortalecidos por la polarización existente; Nicolás busca frenar el descontento del pueblo cansado de los precios altos, de esa inflación que no es culpa sólo de algunos vivos que venden más caros, sino que comienza con un gobierno incompetente que no brinda garantías a nadie. El resto es historia, ofensas, acusaciones, amenazas y un solo diagnóstico: estamos hundidos.
Un gobierno al margen de la ley es el único capaz de generar un caos en el país, que si hubiera sido producto del discurso de Capriles, sería terrorismo. Un gobierno así es el único que puede repetir cansinamente la política de Rómulo Betancourt, «disparar primero y averiguar después», como ejemplo de lo malévolo de los gobiernos pasados, pero hacer su propia versión: “A saquear hoy que mañana investigamos”. Pero la movida está hecha. La cuarta compraba votos con laminas de zinc y sacos de cementos, pero la dictadura roja lo hace con televisores y lavadoras, sean suyas, o mucho mejor, sin fueron otros quienes las trabajaron; si es que esto no es otra farsa de los teatreros. Todo es posible. Patéticos los oficialistas que encuentran maravillosa la jugada de Nicolás, y los opositores que se quieren beneficiar del drama que vivimos, todos; igual de bajos que el gobierno, y ninguno, como dijo Alejandro Mendoza en RCR, con derecho de ser llamados Venezolanos.