¿Cómo es posible que haya países que son víctimas, de una islita y no reaccionan?
José Toro Hardy
Pocos pueblos han sufrido más que el de Ucrania. Hoy están dando un ejemplo admirable de valor. Aunque sea a vuelo de pájaro, revisemos algunas páginas de su historia reciente:
Tras un período de guerras e intentos de independencia, en 1922 Ucrania es sometida por los comunistas y aparece como una de las repúblicas fundadoras de la URSS bajo el nombre de República Socialista Soviética de Ucrania.
Entre los años 1932 y 1933 es víctima del proceso de colectivización emprendido por Stalin. Millones de personas fueron deportadas a Siberia. Más de 100.000 fueron fusiladas. Según algunas versiones hasta 10 millones de ucranianos murieron en una hambruna creada por obra y gracia del régimen soviético. Stalin quería aplastar a Ucrania por considerar que, «existía una estrecha unión entre los nacionalistas y la burguesía».
Los objetivos de Stalin eran claros: imponer el comunismo, expropiar las tierras, colectivizar la agricultura poniéndola en manos de comunas, apoderarse de cosechas, ganado y maquinaria. De esa forma, el Estado pasaría a dominar la producción, alimentar al ejército y obtener divisas a través de la exportación de las cosechas.
«Holomodor» es el nombre bajo el cual es reconocido oficialmente el genocidio del cual fue víctima Ucrania en esa oportunidad y que la historia no olvidará. Es algo tan dantesco como el Holocausto de los judíos. Así lo declararon en el 2008 el Parlamento Europeo y los gobiernos de numerosas naciones. Lo ratificaron la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa y muchas otras instituciones internacionales, que establecieron que la muerte de millones de ucranianos, así como de otras etnias, fue un crimen contra la humanidad, producto de acciones crueles de un régimen totalitario que condujeron a una gran hambruna.
El rotundo fracaso del socialismo en su propia Meca, desembocó en la disolución de la URSS. Como resultado de ello, tiene lugar en Ucrania el 1 de diciembre de 1991 un referéndum en el que más del 90% de la población se manifiesta a favor de la independencia. La URSS se desmoronaba y junto con ella la Cortina de Hierro se viene a pique.
En las elecciones del 2004 Viktor Yanukovich es declarado ganador. El fraude electoral fue evidente y los ucranianos no callaron. Incluso, el candidato prooccidental de la oposición, Yúshchenko fue envenenado.
Se produce entonces una reacción popular contundente pero pacífica conocida como la Revolución Naranja que despertó grandes esperanzas. Nuevas elecciones son convocadas y Yúshchenko, con el rostro desfigurado por el atentado ponzoñoso, resulta electo.
En el 2010 Viktor Yanukovich, a pesar de su historial de fraudes, vuelve a la presidencia de Ucrania. El país había firmado un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, al cual se oponía Rusia, dispuesta a recuperar su influencia sobre Ucrania, por cuyo territorio atraviesa una red de gasoductos que llevan el gas ruso a Europa.
El presidente Yanukovich cede ante las intimidaciones de Putin y da marcha atrás al acuerdo con la Unión Europea.
La decisión enardeció a la oposición, que a pesar de la grave crisis económica, rechaza las ayudas por más de US$ 15.000 millones que les ofrece Moscú. Prefieren la dignidad de las democracias europeas de Occidente que el dinero de Rusia. En su memoria histórica aún retumba un fantasma trágico: «Holomodor».
Las protestas fueron inmediatas. Para reprimirlas, se aprueban un conjunto de leyes que lesionaban las libertades civiles. Pero el valiente pueblo de Ucrania, a pesar de las frígidas temperaturas invernales, salió a protestar aún con mayor ahínco.
Yanukovich tuvo que ceder, dio marcha atrás con esas leyes, ofreció la amnistía a los detenidos e incluso propuso a la oposición incorporarse al Gobierno. Renunciaron el Primer Ministro y su gabinete. Pero el pueblo sigue en la calle. No aceptarán nada que no sea la dimisión del Presidente.
La valentía de ese pueblo es admirable. Rusia no los asusta. Esa superpotencia -que a lo largo de la historia ha intentado aniquilar a su población y destruir su economía- no es capaz de arredrarlos.
Finalmente me pregunto, ¿cómo es posible que haya países que son víctimas, no digo yo de una superpotencia sino de una islita y no reaccionan? ¿Es que acaso los anhelos democráticos y los afanes de libertad de sus próceres se han desvanecido?