Octavio Lepage
La soberanía Nacional envilecida. La relación de Cuba con Venezuela es la del imperio con la colonia, a la que le succiona su materia prima fundamental, el petróleo. Aunque parezca insólito Venezuela le regala a Cuba cien mil (100.000) barriles diarios de petróleo. Prácticamente le regaló el Esequibo a Guyana.
Pérdida total de la soberanía alimentaria. El 70% de los alimentos que consumimos tenemos que importarlos. Como esos alimentos se pagan con dólares y los dólares los genera la exportación de petróleo si por algún contratiempo inesperado disminuyera la exportación de petróleo o se produjera un descenso drástico en sus precios, en Venezuela tendríamos una hambruna parecida a las de Corea del Norte y Somalia.
Venezuela convertida en un país maula, que le debe a medio mundo y no hace honor a sus compromisos. La ruptura con Panamá es más que todo un pretexto para no pagar la deuda de casi dos mil millones de dólares con comerciantes del hermano país.
Por la idiotez de considerar a Venezuela una potencia mundial, con él como líder indiscutido, Chávez adquirió a costo multimillonario en dólares armamento que jamás podrá utilizar. Uno imagina al autócrata Putin frotándose las manos de regocijo ante aquel cliente tan ingenuo y dispendioso.
Nos dejó a una PDVSA con problemas de tanta monta que amenazan su sobrevivencia, como empresa nacional que maneja la totalidad del complejísimo negocio petrolero. Nos jactamos con jaquetoneria de tener las reservas de petróleo más grandes del planeta, pero PDVSA no sabe qué hacer para explotarla sin entreguismos.
Es justicia reconocerle al difunto varios records mundiales: Venezuela es el país con la inflación más elevada del planeta. Igualmente Venezuela está entre los cinco países más violentos y peligrosos del mundo, y dentro de los primeros diez países más corruptos.
Es excepcional el número de multimillonarios por las operaciones financieras y comerciales del gobierno. Ellos conforman la boliburguesía que es más poderosa que la burguesía tradicional. Esta gente es insaciable. Son ellos los dueños de las empresas fantasmas que ganaron sumas multimillonarias con las asignaciones de Cadivi.
Una anécdota final. Al dia siguiente de la muerte de Chávez, me tocó ir al banco. A la empleada que me atendió se me ocurrió preguntarle si había llorado mucho la muerte de Chávez. Su respuesta fue impactante: “No, no lo lloré, las lágrimas hay que merecerlas”