El nuevo mercado libre de divisas va a significar un aumento de los precios de los bienes de consumo. Por lo tanto, es necesario compensar a los hogares “cuyas necesidades no puedan ser cubiertas por sus ingresos”. Pero estos subsidios deben ser directos al consumidor y no a los empresarios que importan o producen
Leopoldo Puchi
Las semanas de violencia que llevamos responden a la decisión de un sector de la oposición de impulsar la salida de Nicolás Maduro de la presidencia por métodos distintos a los electorales y pacíficos. Sin embargo, esa violencia de calle de carácter político se articula con una realidad social y económica signada por serias dificultades, que tienen el rostro de la inflación, la escasez y la disminución de subsidios, como el proveniente del cupo Cadivi.
Los problemas económicos derivan de errores cometidos en las políticas macroeconómicas, en particular en las cambiarias, que han creado un diferencial enorme entre el dólar oficial y el paralelo. A lo que se le suma el desorden en las cuentas y la falta de liquidaciones al sector privado de divisas autorizadas, lo que ha generado una inmensa deuda con los proveedores internacionales, que dificulta el crédito.
En medio del humo de los cauchos quemados y de los gases lacrimógenos, el Gobierno ha venido estructurando una nueva política económica, a la que se le ha prestado poca atención. Al parecer, numerosos son los especialistas consultados por Miraflores, entre ellos el francés Jacques Sapir. Todos coinciden en señalar que la causa esencial de la diferencia entre las dos tasas de cambio ha sido “el financiamiento de Pdvsa por el Banco Central”, es decir, la emisión de dinero inorgánico.
Para superar esta situación, se ha sugerido avanzar hacia el establecimiento de una tasa de cambio libre, que “será necesariamente menos elevada que la tasa de ‘la calle’ actual pero más elevada que la oficial”. En esta perspectiva se inscribe el Sicad II, que abre un mercado de divisas cuyo precio dependerá esencialmente de la oferta y la demanda. Las contradicciones internas en el equipo ministerial de área económica y la ineficiencia crónica han retardado la ejecución de esta decisión.
Ahora bien, el nuevo mercado libre de divisas va a significar un aumento de los precios de los bienes de consumo. Por lo tanto, es necesario compensar a los hogares “cuyas necesidades no puedan ser cubiertas por sus ingresos”. Pero estos subsidios deben ser directos al consumidor y no a los empresarios que importan o producen. Es en este marco que se inscribe la Tarjeta de Abastecimiento, que representa una modalidad de transferencia de recursos a los más necesitados.
Esta tarjeta tiene como antecedentes las conquistas laborales de los trabajadores petroleros a mediados del siglo XX, que lograron la creación de los economatos de alimentos, en los que se garantizaba el suministro de un número determinado de productos a precios bajos y subsidiados. También Acción Democrática, cuando tenía una tendencia popular marcada, intentó la creación de figuras semejantes, como los roperos escolares y otras figuras semejantes.
La decisión de crear la tarjeta es conveniente. Aunque todo dependerá, como siempre, de la pulcritud en su manejo y de que no sea utilizada políticamente.