La pregunta que constituye el título de este artículo ha estado en la cabeza de varios de nosotros por algún tiempo ya. Dicha interrogante la circunscribiremos al actual contexto sociopolítico venezolano, y diremos que su posible respuesta involucra argumentos que tienen que ver con el estudio de las ideologías, la socialización política, la idiosincrasia y hasta -posiblemente- la historia económica del país. Vamos, entonces, a enfocarnos en la interrogante, para que se entienda bien.
Todos en algún momento nos hemos sentido invadidos e inundados con la propaganda de la clase política venezolana. «Antiimperialismo», «defender los espacios», «justicia social», «construcción de mayorías», «ecosocialismo», «progresismo», «diálogo social», «mundo multipolar»… y uno de mis favoritos: «inclusión popular»… Los que son lo suficientemente valientes (o masoquistas) como para entrar en contacto diario con los medios de comunicación masivos convencionales, reconocerán en alguno de estos eslóganes la sustancia con la que se fabrican las bombas propagandísticas que reciben permanentemente.
Aunque al lector resúltenle ya familiares esas incomprensibles categorías, que se ven y escuchan masivamente en esta Venezuela comunista, la verdad es que hace pocos años dicha terminología hubiese resultado completamente foránea – por decir lo menos. En el actual sistema político las nociones más abstractas, el discurso más “barroco”, los conceptos más alejados del sentir humano esencial, parecen ganarle en popularidad a las ideas concretas, a las emociones directas y al tan evasivo sentido común. Es como si el lenguaje político también estuviese secuestrado por el régimen.
En términos históricos, este fenómeno ha sido ampliamente discutido por todos aquellos que estudian y sienten curiosidad por lo que sucede puertas-adentro en los sistemas dictatoriales más ideologizados. Los que nos “molestamos” en documentarnos un poquito, antes de hablar públicamente, conocemos la teoría de estas cosas, pero fue en años recientes que entendimos que la cuestión discursiva dentro del sistema comunista venezolano estaba «cosificándose» (como dicen ciertos intelectuales). ¿Cómo nos topamos con este invisible aparato de represión lingüística? Cuando comenzamos a trabajar seriamente en fortalecer una narrativa de resistencia, empezamos a encontrarnos con grupos que habían sido alienados políticamente en sus prácticas verbales.
En la Resistencia, al mejor estilo de Thomas Paine, buscamos casi siempre persuadir desde una posición de sentido común. Nuestro discurso político extrae sus argumentaciones de las obviedades cotidianas, que brotan de cualquier atenta observación de lo que está pasando. La población venezolana tiene 16 años sometida a la dictadura del chavismo: queremos sacar al chavismo del Poder para recobrar nuestras vidas y tener la oportunidad de perseguir nuestros sueños. La dictadura chavista está controlada por una dictadura extranjera: queremos expulsar de nuestro país a las fuerzas del régimen cubano y a todos los aliados de esa organización criminal llamada Foro de São Paulo, porque queremos vivir en una Venezuela soberana. La dictadura chavista tiene un gran aliado (amante) interno que la ayuda a mantenerse en pie: queremos desmantelar a la MUD para que no puedan continuar engañando a una porción de la población, que sigue creyendo en que aquéllos son los representantes políticos de la alternativa al marxismo.
Esquemáticamente la cosa se pinta de esta manera: a) la Resistencia dice: «sería bueno que te defendieras con todo lo que tienes, porque tus secuestradores te están matando; si lo haces, tienes la posibilidad de volver a ser dueño de tu vida» y b) la clase política (MUD-PSUV) dice: «no importa que maten a tus padres, a tus hermanos y a tus amigos porque todo este sufrimiento es necesario soportarlo, sumisamente, en aras de la consecución de un fin superior que sólo nosotros podemos ver porque somos los que tenemos la experiencia; mientras menos reacciones ante el sufrimiento, mejor para todos».
El discurso de la clase política, enquistada en la cúspide de un poder que les ha sido prestado por el gran proyecto comunista continental, parece sacado más de un libro de autoayuda New Age que de la propia experiencia en la arena política. Y es que es así, finalmente, como opera la ideología política dominante. Todas esas complicadísimas frases que nos quieren inyectar a la fuerza, desde el bloque MUD-PSUV, no son más que eufemismos para decir: «quédate tranquilo, haz lo que nosotros te decimos que hagas y no lo que nosotros hacemos, entiende que todo este desastre que te rodea es absolutamente normal y es necesario para que -a largo plazo- gane el Bien Común»; en otras palabras, «suicídate, o deja pasivamente que te maten».
La persona que está leyendo seguramente entenderá la importancia que tienen el conversar y comprender estos asuntos para la Resistencia venezolana. El lenguaje ideológico impuesto por los que nos oprimen y asesinan, representa una dura barrera que tranca el paso hacia el logro de las metas que nos hemos trazado. Despertar, luchar, defendernos, rebelarnos, conocer, desenmascarar, alzarnos, decidir, combatir al enemigo, ser libres, ser dignos, tener orgullo, tener gallardía, soñar, lograr… esos son nuestros “códigos”, los códigos de la Libertad.
Con estas líneas invito a los integrantes de la Resistencia a que investiguen y estudien el problema que les planteo; ya aquí empezamos a vislumbrar el porqué, una vez que aclaramos la pregunta, pero es importantísimo que vayamos descubriendo los diferentes cómo. Una pista es indagar en torno al problema cultural de nuestra Nación, punto que hemos tocado en varias oportunidades. Mientras más entendamos el asunto, mejor podremos diagnosticar lo que sucede y más rápido podremos actuar en función de generar los cambios necesarios para derrumbar esa barrera que nos ha impuesto la Izquierda desde hace décadas.
¡Libertad o nada!
Por @DavidGuenni de @VFutura