Mientras Maduro siga donde está, la mega-crisis se profundizará y extenderá, y nadie sabe hasta dónde puede llegar la crisis humanitaria, con sus efectos de violencia y anarquía
El que Maduro salga de Miraflores es una necesidad nacional. Y además es una aspiración de la abrumadora mayoría de los venezolanos, incluyendo, claro está, a muchos que apoyaron a su predecesor. Mientras Maduro siga donde está, la mega-crisis se profundizará y extenderá, y nadie sabe hasta dónde puede llegar la crisis humanitaria, con sus efectos de violencia y anarquía.
La Constitución de 1999 es flexible al respecto de la salida de un desgobernante tan calamitoso. Consagra el referendo revocatorio, que sería, por decirlo así, la salida por las buenas… Pero también consagra otras opciones, una de ellas, por ejemplo, la renuncia, que sería, por también decirlo así, la salida por las mejores… Solo hace falta una firma, como ha declarado María Corina Machado, y la misma puede estamparse de manera voluntaria o inducida.
Esto último no significa con una pistola en la cabeza, sino como consecuencia de un gran movimiento popular que pida la renuncia, y que haga imposible el continuismo. ¿Es esto factible? La respuesta tiene que ser un rotundo sí. Pero un sí que debe ser promovido por quienes están llamados a hacerlo, vale decir, por la dirigencia democrática venezolana, tanto política como social y económica. El hecho de que millones de venezolanos se hayan movilizado en ocasión de las primeras firmas del proceso revocatorio indica que existe la disposición comprometida a exigir y lograr la salida.
No se trataría de forzar ninguna barra, ni de imaginar escenarios ficticios, porque las condiciones están dadas por la propia crisis humanitaria. Venezuela se cae a pedazos y arde por los cuatro costados, y si queremos evitar una catástrofe aún más dañosa, entonces no hay otra que un cambio político sustancial, y eso pasa por la salida de Maduro. El razonamiento, como se aprecia, no es complicado ni está fuera de la realidad. Al contrario, emana de ella, por lo que una salida por las buenas o las mejores es lo que más le convendría al conjunto del país.
En este sentido, una salida por las malas o las peores, lo que significaría es una salida disfrazada. Una apariencia de cambio, más nominal que efectiva. Un quítate tú para ponerme yo, pero dentro de la misma cúpula hegemónica. Y tales consideraciones no son resultado de una imaginación fértil, es lo que plantean y discuten abiertamente en el seno del oficialismo. Salir de Maduro para conservar el poder, los privilegios, el despotismo, la depredación.
Ahora bien, la salida por las buenas, o el Referendo Revocatorio, está siendo bloqueado o por lo menos saboteado para que no se realice este año sino el próximo, cuando ya perdería su eficacia política. Quedan entonces las salidas por las mejores que establece la Constitución, siendo la renuncia, es mi modesta opinión, la más idónea. Por cierto que esto mismo lo sostuvo, hace varios meses, Henry Ramos Allup en una comentada entrevista de prensa.
El tiempo apremia, o mejor dicho, aprieta. Hace falta una salida. Y hace falta que la salida sea por las buenas o las mejores. ¿No le parece?
Fernando Luis Egaña