Fue muy triste ver lo que quedaba de mi vehículo, que dicho sea era el que me facilitaba el medio de vida y a la vez lo utilizaba para transportar a los médicos de la Misión Milagro
Me voy a permitir relatar a los lectores lo que me sucedió en días pasados, en la espera que no pasen por este o similares sucesos.
Hace pocos días, a las 5 pm estacioné mi camioneta Bronco frente el colegio Fe y Alegría en la urbanización Orinoco de Puerto Ordaz para comprar en el supermercado de los chinos que está frente al colegio. Llegué con la intención de adquirir un producto que está muy escaso, como el café. Como no había y para aprovechar que podía conseguir otros artículos, llevé a la caja arroz, pollo, y azúcar, pero al cancelar, la cajera omitió darme la factura de compra, la cual reclamé como es mi derecho, evitando que estos comerciantes inescrupulosos se burlen del Estado, y no declaren el IVA, que es su obligación.
Al salir del local no habían transcurrido ni diez minutos, y al llegar al sitio donde dejé aparcado mi vehículo, no estaba. Me lo habían robado.
Me dirigí de inmediato a la PTJ a consignar la denuncia donde fui atendido de inmediato por el inspector Víctor Chueco, prometiéndome aligerar la búsqueda del vehículo.
Al día siguiente me informaron que la camioneta se encontraba en la redoma de El Dorado de San Félix, que había sido encontrada por la Guardia Nacional. Al llegar al sitio mencionado, lo que encontré fue el «cascaron», pues ya le habían extraído la totalidad de sus partes: motor, caja, batería, cauchos con sus rimes, radiador, arranque, alternador, todo, solo quedo la carrocería, sin defensa, careta y sin sus faros.
Fue muy triste ver lo que quedaba de mi vehículo, que dicho sea era el que me facilitaba el medio de vida y a la vez lo utilizaba para transportar a los médicos de la Misión Milagro. Al faltar el vehículo de la Misión, recurrían a mis servicios y eran atendido de inmediato. Fueron ellos los que me operaron de la visión del ojo derecho, que es el que me queda, ya que el ojo izquierdo lo perdí en una clínica privada por mala praxis.
A los dos días me trasladé a la PTJ para hacer el reclamo del «cascarón» que había sido trasladado al estacionamiento de ese cuerpo judicial. Fui atendido por el inspector Ángel Navarro, quien fue muy receptivo al reclamo de mi vehículo. De hecho, agradezco sus buenos oficios.
Pero siempre se presentan en el camino algunas cosas que logran empañar la buena fe del funcionario que está al servicio del Estado para hacer justicia.
Después de haber cumplido los requisitos para rescatar lo que quedaba de mi vehículo, me dirigí al estacionamiento el día lunes, y me informaron que no entregaban vehículos ese dia, que debía pasar el martes. Así lo hice, pero no recibí nada. Fue el miércoles cuando me informaron que buscara una grúa para hacerme la entrega, pero no permitieron mi entrada al lugar, solo al conductor de la grúa, y al llegar a casa noté que le habían extraído el vidrio trasero y otras partes del cascarón en el estacionamiento.
Pude comprender que ese fue el motivo de no permitir mi entrada al estacionamiento, para evitar darme cuenta del faltante de la camioneta. Denuncia que hago para que investiguen al estacionamiento.
«La inseguridad no es una sensación, es un flagelo que todos debemos ayudar a erradicar».
Juan Rafael Rangel Ortiza
aporrea.org